La grandeza de Le nozze di Figaro consiste en transmitir una sensación de realidad, tanto en el tratamiento de los personajes como en las situaciones de la obra, muy superior a la de los modelos operísticos anteriores. Los personajes no son los estereotipos de la ópera bufa, sino seres humanos que sufren y sienten de una manera real, fácilmente identificable con nuestras propias debilidades, miedos y alegrías. Esto ocurre no solo gracias al fantástico libreto de Lorenzo da Ponte o al texto original de Pierre de Beaumarchais, sino por la maravillosa música de Wolfgang Amadeus Mozart. Toda la melodía de esta ópera dibuja el estado emocional de unos personajes que sentimos cercanos y reconocibles. Así, solo escuchando los primeros acordes de la maravillosa Porgi amor ya se puede intuir el estado anímico en que se encuentra la condesa, ante el desinterés —y las infidelidades— de quien años atrás fue su ardiente enamorado; o, si prestamos atención a la melodía de la célebre Voi che sapete, entenderemos al instante la turbación amorosa del enamoradizo Cherubino, casi sin necesidad de oír lo que dice.
Además, Da Ponte y Mozart combinan el pathos dramático de los personajes con el tratamiento cómico de muchas de las situaciones que se generan. Recordemos los hechos que expone la obra: la condesa de Almaviva es engañada en varias ocasiones por su marido —que antes amaba a su esposa con locura—, y la última infidelidad consiste en pretender a la prometida de su criado Fígaro (Susanna) la misma noche de bodas, queriendo ejercer un derecho de pernada que él mismo acaba de abolir; el conde, a su vez, envía a su paje adolescente (Cherubino) al ejército (es decir, a una muerte segura) solo porque sospecha que persigue a la condesa o ama a otra de sus amantes (Barbarina). Toda esta serie de situaciones de dolor y (des)engaño, Da Ponte y Mozart las presentan en clave de comedia —la mencionada marcha de Cherubino al ejército, por ejemplo, es relatada burlescamente por Fígaro en la famosa Non più andrai—, y abren un camino que la misma pareja artística culminaría magistralmente unos años más tarde en Don Giovanni, una sublime mezcla de drama y comedia y auténtico cénit de la producción operística mozartiana.
Por todo ello, toda representación de esta ópera exige un director de escena capaz de traducir verosímilmente esta teatralidad mozartiana. Y eso no es ningún problema para la Fundació Òpera a Catalunya (FOC), ya que el encargado de llevar esta maravilla al escenario será Miquel Górriz, lo que significa solvencia y saber escénico garantizados. Si a ello añadimos, además, un sólido quinteto solista como el que formarán Milan Perisic (conde de Almaviva), Maria Hinojosa (condesa de Almaviva), Pau Armengol (Fígaro), Rosa Maria Abella (Susanna) y Laura Orueta (Cherubino), además de contar, como es habitual, con el director musical titular de la FOC, Daniel Gil de Tejada, al frente de la Orquestra Simfònica del Vallès, sin duda el montaje hará las delicias del público.
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