La Sala Atrium transporta 'La señorita Julia' de Strindberg en el siglo XXI

Rubén Garcia Espelta

Patricia Mendoza se pone en la piel de la señorita Julia de August Strindberg en la versión dirigida por Raimon Molins, la segunda pieza de la Trilogía de la Imperfección. Julia se podrá ver en la Sala Atrium del 27 de enero al 26 de febrero.

«Julia no quiere ser una señorita. Su padre la ha educado como un hombre y la madre no lo ha estimado -explica la actriz Patricia Mendoza-. Es una mujer traumatizada, solitaria, poliédrica y complicada «. Una mujer que, un buen día (o mejor dicho, la noche de San Juan), decide huir del submundo al que pertenece -el otro sociedad-, para adentrarse en un mundo «más animal, más natural, sin imposturas «. Allí, con el pueblo, encontrará en Jean, un hombre inteligente y manipulador de quien se sentirá atraída a la vez reflejada. «Le gusta jugar con él porque sabe que responderá. A Julia le gusta flirtear, seducir, y lo hace desde un punto de vista muy masculino para la época: tomando la iniciativa «. Pese a ello, «constantemente le pide que sea él quien le diga qué debe hacer, incluso en su final, que quizás más que una liberación, termina siendo un acto de sumisión».

En la versión de Raimon Molins Julia es una mujer actual, del siglo XXI. En Jean, en cambio, sufrirá una transformación a lo largo de la obra. Jordi Llordella, sin embargo, ve ya en la descripción que hace el autor un personaje moderno, un enfant terrible ambicioso y la autoestima extremadamente alta, «una especie de lobo de Wall Street». «Él considera que es mejor dejar los sentimientos de lado para conseguir lo que quiere, aunque no siempre lo consiga». De hecho, lo describe como un aristócrata que ha nacido pobre, pero que se comporta como tal y que está convencido de que lo acabará siendo. «Me recuerda a toda aquella gente que, a pesar de ser pobre, acaba votando partidos o candidatos como Donald Trump». Gran parte del placer de su relación con Julia es «y el placer en el juego de poder que establece con alguien que, en principio, está por encima suyo».

El personaje de la criada, Cristina interpretada por Mireia Trias -, adquiere aquí un nuevo protagonismo. Si bien es cierto que en la adaptación de Molins ha reducido una de sus tres escenas, aquí el personaje no desaparece de escena. «Encarna la tradición, lo conservador y hemos querido que esté presente permanentemente». Y es que, según Trias, «cuesta mucho más librarte de la tradición de lo que podemos pensar».

LUCHA DE PODER

«Si a Nora hablábamos de la mujer ante la sociedad, a Julia ponemos la mirada en la mujer frente al hombre -explica el director-. Strindberg estaba muy emocionado con el superhombre de Nietche y nos presenta un hombre que no ha nacido en el lugar propicio para explorar todas sus posibilidades racionales y emocionales, pero quizás también hay que ver quién es esta supermujer. Julia comienza a representar la mujer del siglo XXI, a pesar de que haya quien piense que ya hemos evolucionado mucho «.

Aunque en la obra de Strindberg hay también una cuestión de clase social, Molins ha puesto el acento en la relación de los dos protagonistas. «Hemos querido hacer hincapié en cómo se relacionan con el otro sexo y las relaciones de poder que establecen, como se someten. En un principio nos asustamos porque nos pareció que el texto de Strindberg le había pasado mucho más el tiempo que el de Ibsen, pero decidimos estirar esta tesis y subrayar la, mostrar su incapacidad para tratarse de igual a igual«.

UN MARIDAJE DEL LENGUAJE TEATRAL Y AUDIOVISUAL

Tal y como ya hicieron la primera de las piezas de la Trilogía de la Imperfección, Nora, la puesta en escena de Julia tiene un fuerte componente audiovisual. «Queremos casar el lenguaje audiovisual con el teatral para crear uno nuevo», explica Molins. En este caso, además de la cámara que graba en directo y se proyecta en diferentes espacios, también se utilizan fragmentos de la película del sueco Alf Sjöberg, Fröken Julie, que se fusionan con la narración teatral.

Para darle un «sabor de película en blanco y negro», además de las proyecciones, la escenografía y el vestuario siguen el mismo cromatismo. «Estamos explorando el lenguaje audiovisual para integrarlo. No queremos que sea una excepción, sino un elemento más, como puede ser la voz o el movimiento», sigue Molins. «Estamos convencidos de que al igual que el circo, la danza, el cine o la televisión está evolucionando, también es momento de que lo haga el teatro. Es por ello que hemos querido recuperar autores -como Strindberg- que, en su momento, causaron una verdadera revolución teatral».

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Rubén Garcia Espelta TWITTER

Periodista y gestor cultural. Responsable de contenidos editoriales de TeatreBarcelona.com. Ha trabajo en medios como Catalunya Ràdio, El Periódico de Catalunya, La Xarxa, Ràdio 4 o Rac1.

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