Con tres montajes muy diferentes, la palabra se convierte en la protagonista de esta segunda etapa del Grec con La clausura del amor, Els mots i la cosa y Juicio i muerte de un ciudadano. Desde una ruptura, desde la filosofía o la lingüística, estas tres piezas ponen la palabra sobre el escenario, a menudo prácticamente desnudo, para disfrutarla sin artificios.
ADENTRARSE AL DOLOR DE UNA RUPTURA
La clausura del amor es la historia de una rotura amoroso, la conversación entre dos personas que han querido y que ahora se intercambian monólogos que expresan la violencia de un amor en proceso de defunción. Los protagonistas, una pareja que ya triunfó en la película Magical Girl, Bárbara Lennie e Israel Elejalde. «Es la primera vez que tengo tantas palabras en la boca, en el escenario, y en la vida», dice ella. Y es que se podría decir que en la obra sólo hay dos réplicas, pero dos réplicas de 50 minutos cada una. Un diálogo en forma de monólogo que los atraviesa palabra a palabra; un diálogo constante a nivel corporal. «A menudo los espectadores se quedan mirando al otro, sus reacciones», aseguran. El autor, Pascal Rambert, tiene claro que «la forma como usamos el lenguaje en determinadas circunstancias, es más efectivo que la tortura física. Las palabras actúan sobre el cuerpo con dureza, y podemos ver cuál es el efecto del lenguaje, que sale de un cuerpo, atraviesa un espacio y llega al cuerpo del otro».
En el escenario sólo están los dos actores, un tapiz negro y luces de neón. La búsqueda de un retrato fidedigno del dolor que se ensaya en sólo 10 días. «Rambert tiene claro que sólo se necesitan 10 días para que desde el primer ensayo haces un pase completo de la obra. Sólo te pasa notas para abrirte la mente y hablarte del cuerpo. Es muy intuitivo y sabe mucho del actor. Te deja bastante libre para que el espectáculo siga latiendo y no esté del todo cerrado». Esta es, dicen, la última oportunidad para ver la obra dirigida por Rambert, que desde que estrenó en el Festival de Aviñón de 2011 le ha llevado a Tokio, Berlín, Nueva York o Croacia.
JOSEP MARIA POU ES SÓCRATES
«Sé que siempre habrá alguien para pasear a mi lado y denunciar a los corruptos, aquellos que llenan los bolsillos …». Juicio y muerte de un ciudadano es un texto de creación de Mario Gas (que también lo dirige) y Alberto Iglesias. Un espectáculo sin artificios con la palabra como protagonista, que parte del juicio a Sócrates y su filosofía, pero que deviene actual con la evidencia de corrupción y las debilidades de la democracia. Y es que Sócrates fue juzgado en plena democracia para hablar de democracia en el país que inventó la democracia poniendo en cuestión el hecho de que los jueces fueran elegidos por sorteo y no por votación, denunciando la corrupción en Atenas o advirtiendo contra el papel supersticioso y manipulador de la religión oficial. Finalmente fue acusado de despreciar los dioses y corromper la juventud. Y es en este hecho en el que se centra el espectáculo, en el juicio y su muerte, tras ingerir una copa de cicuta. El actor Josep Maria Pou encarna el gran protagonista, Sócrates, acompañado de Carles Canut, Amparo Pamplona, Pep Molina, Borja Espinosa, Ramon Pujol y Guillem Motos, que interpretan a los hijos, la mujer, sus detractores y amigos.
CUANDO EL PORNO SE CONVIERTE EN POESÍA
Una joven dobladora de porno está asqueada, harta del lenguaje que se usa en estas películas. Así que se decide a pedirle a un lingüista que, de estas palabras, haga otra cosa. A partir de aquí se intercambian cartas de lo más subidas de tono donde repasan todas las formas de referirse al sexo, los órganos sexuales o la forma de practicarlo. El actor Ricard Borràs ha adaptado al catalán Els mots i la cosa de Jean-Claude Carrier, un autor del que -dice- siempre se habla para alabar aquellos con los que ha trabajado (Luis Buñuel, Peter Brook, Jean-Luc Godard…), pero que hay que homenajear también por su tarea. Un «auto regalo» para celebrar los 40 años ganándose el pan como actor y trasladar el amor por la lengua francesa de Carrier a la catalana. Lo acompaña Pep Anton Gómez, que ha querido teatralizar al máximo el montaje: «teniendo en cuenta la importancia de las palabras, lo importante era tratar de que no fuera una lectura dramatizada de cartas». Sin embargo, ambos hacen una defensa cerrada de la palabra y se hacen suya la idea de Carrier que la palabra siempre va por delante. «Es el mascarón de proa del barco», y aún más, «el preludio de la revolución». Eso sí, en el caso de Francia.
Text: Mercè Rubià