Últimamente no para de trabajar. Lo hemos visto en L’Avar del Teatro Goya y L’Hostelera de la Biblioteca de Catalunya. Ahora es el Teatre Lliure con Filla del seu pare, una versión de Hedda Gabler irreverente y atrevida dirigida por Pau Miró. Quizás todavía no es una cara conocida, pero vale la pena que memorice su nombre: Julia Barceló. Una actriz magnética y con mucha luz que en esta revisión del texto de Ibsen demuestra su talento regalándonos una Hedda fascinante que, en muchos momentos, no necesita más que la mirada para decirnos todo.
Aunque es el séptimo espectáculo de la Solitaria, es la primera vez que los tres actores de la compañía, a quien debemos sumar Pol López y Pau Vinyals, pueden ser juntos en el escenario. El recibimiento no podía ser mejor: entradas agotadas antes de estrenar. Queda claro que necesita una vida más larga.
TEATRO BARCELONA: Propusiste tú a la Compañía Solitaria de hacer este texto de Ibsen, ¿por qué?
JÚLIA BARCELÓ: Es de estos textos que, cuando los lees, te quedan grabados. Sobre todo el personaje de la Hedda, porque hay pocos personajes femeninos tan interesantes.
Es uno de los personajes femeninos interpretativamente más complejos?
Es complejo porque no te da muchas pistas. Al principio te genera muchísimas más preguntas que respuestas. Es muy misterioso. Te preguntas, ¿por qué lo hace, esto? Además, entra en lugares muy destructivos, muy oscuros, pero a la vez es muy inteligente, muy brillante, rápida e incluso divertida. Creo que es un personaje magnético; complicado, pero muy agradecido.
¿Como la has construido, tu Hedda?
Queríamos sacar todos los tópicos y prejuicios que la rodean. Se lo ha malinterpretado y tratado muy injustamente de manera superficial. Estoy segura de que, si hubiera sido un personaje masculino, no habría sido así. Hemos intentado buscar una justificación de lo que hace e intentar entrar en su mente. Tengo la sensación de que es una persona vieja, una persona que parece que haya vivido mucho más de lo que ha vivido, que tiene una conciencia del mundo muy fatídica y que no encaja con su forma de hacer. Esto la hace entrar en una espiral destructiva, pero no sabe hacerlo de otra manera.
Se le atribuyen rasgos habitualmente masculinos. En el ámbito del amor, por ejemplo, es ella quien lo rechaza.
El amor romántico, con Hedda, no existe. Ella es completamente consciente del juego social y sabe mover muy bien las fichas. Es muy estratégica y sabe manipular a la gente. Son rasgos habitualmente masculinos. En cambio, como que ella es una mujer, se la trata de niña pija consentida que hace las cosas por capricho, pero hay mucho más. Es hija de quien es. Está educada en un mundo muy riguroso, muy militar y esto choca mucho con su carácter, que es mucho más salvaje. Está muy encorsetada por la sociedad.
En la presentación de la obra vas comparar Hedda Gabler con Hamlet, ¿que tienen en común?
Harold Bloom dice que es un Hamlet femenino que cualquier actriz quiere hacerla en algún momento de su carrera. Por su complejidad y porque el montaje tiene algo filosófica muy interesante. Pero, además, aunque aparentemente podrían ser muy diferentes, también está la cuestión de destruir desde dentro un mundo que no te gusta. A Hamlet no le gusta lo podrido de Dinamarca, y Hedda le aburre infinitamente la sociedad. Para ella, todo lo que le rodea es muy mediocre y, sobre todo, la superficialidad de la aristocracia. Ella intenta jugar con esta superficialidad, pero eso la destruye.
Hablamos de la aristocracia y de un texto del 1891. ¿Aún es vigente hoy en día? ¿Todavía hay Heddas?
Totalmente. Si te paseas un poco por Pedralbes o Sant Gervasi verás muchísimas mujeres encorsetadas. Todas son «mujeres de». Muchas, o la gran mayoría, han tenido que dejar sus carreras, estudios y dedicarse a cuidar a los hijos. O ni eso, porque tienen gente que se ocupa. Y eso las sitúa en este mundo de las apariencias, de vivir de cara a la sociedad donde la parte profesional y la realización vital queda relegada a los hombres.
Ha trasladado la obra en la actualidad y además en nuestro país. Ha cambiado la aristocracia por la burguesía catalana, ¿reconoceremos alguien?
Hemos partido del personaje del Tesman, que aquí es un burgués catalanet. En el texto original ya es muy de su casa, con sus zapatillas … La han criado dos tías grandes y es muy convencional en todos los aspectos. Se reconoce la realidad del país, pero no damos nombres. Hay iconografías folclóricas que ya lo hacen evidente.
Hay un elemento de la obra original que está de plena actualidad. Tanto en Tesman como en Løvborg quieren aprovecharse de los contactos para colocarse en el ámbito laboral. Les da igual que haya concursos para acceder a una plaza…
Sí, y esto viene relacionado con el poder de la Hedda, también. Queríamos que se visualizara la figura de los hombres que se quieren aprovechar de su poder. La Hedda es una mujer muy bien situada socialmente, tiene poder y magnetismo social. Los hombres que la rodean quieren beneficiarse y para conseguirlo o bien se casan con ella o bien intentan seducirla de alguna manera.
Aleix Aguilà es el dramaturgo de cabecera de la Solitaria. En Pau Miró dice que es un marciano, irreverente y necesario. ¿Estás de acuerdo?
Somos defensores del Aleix desde que lo conocemos porque tiene una manera muy personal de escribir y al mismo tiempo muy necesaria. Tiene un imaginario muy peculiar y una capacidad de sacar convenciones y prejuicios a la hora de escribir muy interesantes porque te llevan a lugares poco habituales.
Y además tiene un sentido del humor muy particular.
Nos encanta porque tiene un punto absurdo, muy irreverente y no tiene ningún prejuicio a la hora hacer broma del país, del mundo burgués catalán o de nosotros mismos como mundo teatral. Se está haciendo una dramaturgia muy igual, homogénea, ya la mínima que salen cosas diferentes la gente se sorprende. Pero están ahí, el problema es que no se conocen tanto.
Ha hecho una adaptación muy libre y alocada de Ibsen, pero la temporada pasada también te vimos en El Avaro, un montaje mucho más ajustado a la original. ¿Qué debemos hacer, de los clásicos?
Creo que no debemos tener miedo de hacer versiones de los clásicos. Hay clásicos, más que otros, que han quedado muy obsoletos y no nos debe dar miedo tocarlos, remover los y deshacerlos o alternar los papeles de hombres y mujeres, porque además todo esto compatible con estos textos. El problema es que estamos acostumbrados a verlos muy restringidos al original y sin limpiar la dramaturgia, lo que, paradójicamente, sí hacían entonces.
De hecho, tú eres una defensora de los clásicos. Pronto impartiràs un curso sobre el Siglo de Oro.
Hago este curso porque mi estancia en la Compañía Nacional de Teatro Clásico me ayudó mucho como actriz. El hecho de trabajar la métrica y el ritmo de un texto original -Shakespeare o Molière siempre lo hacemos con traducciones- es maravilloso. Genera escuela, unas estructuras de trabajo y unas herramientas que también son muy útiles y se pueden aplicar en el teatro contemporáneo.
En la adaptación que ha hecho, Hedda está completamente pegada a las redes sociales, es su escaparate social. Tú también haces bastante uso y es fácil ver que compartes menudo reivindicaciones feministas. Parece que, en general, las actrices ha dado un paso adelante y os estáis reivindicando, desde el manifiesto que reclamaba una mayor presencia de mujeres en el teatro firmado por profesionales consagradas como Carme Portaceli o Sol Picó, a las estudiantes del Institut del Teatre.
Creo que viene muy dado por las movilizaciones sociales. El feminismo, y espero que vaya a más, está siendo la revolución del siglo XXI y está afectando a todos los sectores. Y ya era hora. En el mundo del teatro a veces parecía que las cosas no se podían cambiar, que eran inevitables. Ahora estamos diciendo basta a unas decisiones que han tomado los hombres durante toda la historia del teatro. Estamos diciendo que ya basta de tratarnos con condescendencia, ya basta de tratar los personajes femeninos de manera paternalista o superficial y que ya basta, señores dramaturgos, de presentar los personajes femeninos como un complemento de los hombres.
Es evidente que se ha perdido el miedo a decirlo públicamente.
Cada vez hay más voces, y si hay más voces, hay menos miedo. Que en el Instituto del Teatro haya un grupo de mujeres me parece maravilloso. Cuando yo estudiaba no se hablaba, todo se comentaba entre pasillos. Pero no te atrevías a decirlo públicamente porque todavía había mucho poder. Creo que uno de los motivos por los que ha desaparecido el miedo es la presencia de las compañías, porque se ha abierto otra manera de producir teatro que hace que no sea tan jerárquico. Aquella sensación que si un director o una productora te ponía en una lista negra ya no trabajarías más, ya no está. Estamos viendo que no es verdad y que hay muchas maneras de entrar en el mundo profesional.
¿Uno de los principales problemas con los que os enfrentáis las actrices es con los estereotipos físicos?
Totalmente. Lo vivimos constantemente. Como actriz te eligen por un perfil concreto, haces unos castings para un perfil concreto y te envían guiones con unas descripciones muy concretas del tipo de actriz que quieren, todas muy restringidas y esquemáticas, muy tópicas. Puede parecer absurdo, antiguo y sorprender que pase aún en el siglo XXI, pero es así. Y no sólo en la televisión, también en el teatro. A mí a menudo me dicen que buscan más fragilidad … Yo tengo una cosa, y lo reconozco, y es que en escena los hombres parecen más pequeños. No soy una mujer alta, pero hay algo que hace que algunos hombres parezcan más pequeños. Me lo encontrado haciendo diferentes castings y no gusta que la mujer tenga una presencia mayor que el hombre. Esto tiene que cambiar.
¿Donde te encontraremos, a partir de ahora?
De nuevos proyectos todavía no puedo hablar mucho, pero sí puedo decir que estoy dirigiendo una tesina en el Instituto del Teatro. Es un texto de Sarah Kane y me hace mucha ilusión reencontrarme con alumnos del Instituto para que también me sirve para ponerme las pilas.