Houdini resucitado

Redacció TeatreBarcelona

El actor Felipe Cabezas revive en la Sala Fénix el mito de Houdini: el mago, el ilusionista y el ídolo de las clases obreras de los suburbios de Nueva York.

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Cabezas escogió Houdini porque sentía, explica, cierta sintonía con el personaje del joven emigrado de Hungría que se instala en el extrarradio de Nueva York. Conoció más a fondo el personaje con motivo de un taller que ofreció en los Estudios de Teatro Berti Tovías, donde propuso diferentes magos a sus alumnos. Y, a través de este contacto, el espíritu de Harry Houdini se fue abriendo camino en su interior: se identificó en el viaje, en las dificultades del personaje. «Me inspira hacia la libertad, como un símbolo de la huida» , destaca, y comenta que esta simbología que representa es una de las razones de su éxito: a diferencia de otros magos, «Houdini arremangaba las mangas de la camisa, es el primero que salía a actuar desnudo», comenta Cabezas, que se ha documentado leyendo biografías y viendo los numerosos documentos que circulan en la red.

«Supo dar a la gente lo que le interesaba, se convirtió en ídolo de la clase obrera. Humanamente, llenaba las personas de esperanza. Y, como mago, invitaba a huir y a encontrar la evasión a través del juego», reflexiona Cabezas. El mito fue creciendo hasta que, hoy en día, cuesta discernir lo que es cierto y lo que no, pero este tipo de dudas confirman su misticidad. El actor, que también es director de la Sala Fénix, comenta que de Houdini se dice que era piloto de avioneta, y fue el primer hombre en sobrevolar Australia, lo que le otorga un carácter de visionario, según valora Cabezas. Otros, explica, aseguran que ayudó a perfeccionar la técnica de las esposas policiales haciendo masterclasses improvisadas a agentes, basándose en su experiencia.

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De hecho, el actor sostiene que el inicio de Houdini como escapista está dentro de su biografía, de adquirir capacidades con su propia experiencia en los suburbios. Cabezas se puso en la piel del niño que había sido Houdini para hacer el espectáculo, partiendo de las técnicas de la escuela teatral de Jacques Lecoq de la que el director artístico del obra, Berty Tovías, es probablemente uno de los únicos 5 expertos que quedan que aprendieron del mismo Lecoq, comenta.

Se puso en la piel de un niño que, castigado y encerrado en un cuarto oscuro, sueña a huir y aprende a escapar. Y partió de esta niñez para emprender un camino en los recuerdos del personaje, sin hacer un relato realista, bebiendo del mito que la acompaña y recreándose a ella. La acción sucede en un limbo, cercano a una sesión de espiritismo, un tipo de rituales que la mujer de Houdini, al morir éste, realizó durante diez años para comprobar si existía la escapada total: la de la muerte. Se trata de un pacto que había establecido con el ilusionista, que pasó años luchando contra médiums farsantes, pero al cumplirse una década de su muerte, la mujer soltó una frase que se ha convertido en célebre , como todo lo que le rodea: «Diez años son suficientes para esperar a cualquier hombre».

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Y ahora, ochenta y ocho años después de su muerte, al igual que hacen los grupos de magos que se reúnen para celebrar sesiones de espiritismo cada Halloween, Cabezas invoca el espíritu de Houdini en la Fénix en una obra de teatro de figura, que se sirve de recursos teatrales como las marionetas de adultos y corporales, las sombras, los gestos de clown, la pantomima y las máscaras de silencio, como las define Tobias. Le acompaña la música en directo de la pianista Mara lapón, que «es la voz de Houdini», explica.

Texto y fotografías: Neus Riba

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