Por Iván F. Mula / @ivanfmula
Showman, monologuista y reportero radiofónico, Guillem Estadella (22 años) acaba de estrenar una nueva temporada de su espectáculo Estoy madurando. Se trata de una propuesta de humor fresco, crítico y con espacio para la improvisación con el público, una de las cosas que más le gustan.
GUILLEM ESTADELLA: ¡Me encanta improvisar con el público! Quizás no soy el mejor guionista de mi propio espectáculo pero, cuando me salgo del guion, es cuando mejor me lo paso y cuando noto que la gente lo disfruta más. Aprovecho cualquier cosa que pase dentro del teatro para jugarlo porque yo creo que le da una frescura y un aire diferente que la gente agradece. A los espectadores le gusta ver que el cómico está en peligro.
TEATRE BARCELONA: ¿Todavía estás madurando, como dice el título de tu monólogo?
Sí. Ahora mismo, estoy en un momento en el que tengo 22 años y todavía estoy creciendo. Mi sensación es que vivo en un mundo hecho por adultos y tengo los problemas de ser autónomo, pagar impuestos, levantarme para ir a trabajar… cuando hace menos de cuatro años estaba todavía estudiando, dentro de la tranquilidad de casa de mis padres. En el monólogo hablo de esto y de cómo sobrevivir en el mundo de los artistas. Del contraste de la vida de un adulto con mi mentalidad de casi todavía un adolescente que, si puede, cada viernes sale de fiesta.
¿Y qué otros temas tocas, a partir de aquí?
Hablo de muchas cosas. De mi referente como persona madura que es mi abuela. Creo que es la persona más inmadura que conozco, en realidad, pero eso la hace más divertida. Hablo de tener pareja a esta edad, del trabajo, de los temas del día a día… También tengo un bloque dedicado al reguetón que creo que es la gran enfermedad del siglo XXI, a pesar de que la gente lo escucha e, incluso, a mí también me gusta. Hablo, básicamente, de todo lo que se me pasa por la cabeza y, sobre todo, de muchas anécdotas y vivencias. Porque pienso que la comedia tiene que tener mucha verdad.
¿Cómo has vivido tu entrada en el mundo de la comedia?
Llevo cuatro o cinco años haciendo comedia, a pesar de que los dos primeros de manera muy aislada haciendo actuaciones por la zona de Tarragona. Cuando llegué a Barcelona, me di cuenta de cómo funcionaba de verdad este mundo. Hay unas normas no escritas que las tienes que conocer. Yo siempre he intentado respetarlas. Creo que es un muy buen momento para la comedia, sobretodo, para la gente joven que viene de hacer humor en Internet y se está animando a ponerse frente al público encima de un escenario.
¿Has sentido la necesidad de diferenciarte de los otros monologuistas?
Siempre he intentado ser yo mismo, tener mi rollo y no intentar ser nunca quien no soy. Creo que lo más divertido es que cada cual tiene su estilo y su personalidad, y esto le da una visión y un tono diferente a su espectáculo de manera natural.
¿De dónde viene tu vocación de humorista?
Yo siempre he sido el gracioso de clase al que le gustaba hacer chistes. Cada viernes, a última hora, me dejaban imitar a los profes o cosas así. Empecé a verlo como una profesión cuando en mi pueblo, en Cunit, hicimos un espectáculo con un grupo de teatro y yo hice de maestro de ceremonias. Entre las diferentes actuaciones, yo presentaba y hacía monólogos. Aquello fue como un pequeño laboratorio de todo el que vino después.
¿Cuáles han sido tus referentes en el mundo de la comedia?
Para mí, Andreu Buenafuente, Berto Romero, Xavi Franquesa o Raúl Cimas son auténticos referentes. Recuerdo ver a Raúl Cimas en Paramount Comedy y me resultaba impactante. Yo tenía 7 u 8 años y no entendía muy bien por qué la gente se reía pero en mi cabeza pensaba: me gustaría mucho hablar como ellos porque así se consigue que la gente ría.
Te tengo que preguntar por los límites del humor…
Es una cosa que es normal que nos preguntemos. Como país, estamos sufriendo unos límites a nivel social y, de alguna manera, la sociedad también quiere poner límites a todo aquello que conoce. Dentro de estas cosas, está el humor. Yo encuentro que el humor no tiene que tener límites, creo que podemos hablar de todo, lógicamente, desde el respeto. Es cuestión de tiempo. De todo se puede hablar pero en un espacio y un tiempo determinado que lo separe y nos dé tiempo de asimilarlo y comprenderlo.
¿Cómo se afronta un show de humor con la situación política y social que estamos sufriendo últimamente en Cataluña y, especialmente, en Barcelona?
Creo que es el mejor momento para el humor pero el peor momento para el público. Los cómicos somos capaces de hacer humor con cualquier cosa. A mí, me gusta mojarme políticamente porque creo que la gente también lo pide. Lo que me molesta mucho es la mentira con la que juegan los políticos. Si ellos mienten, nosotros tenemos que hacer evidentes aquellas mentiras y lo jugaremos con la verdad y una sonrisa. El que lo pasa mal ahora es el público que quizás no tiene demasiadas ganas de reír. Pero creo que nos tenemos que reír de todo. Si estas semanas la gente no va al teatro, me parece bien, siempre que sea porque están en la calle. Si la gente está en casa, sufriendo, mejor que venga al teatro a pasarlo bien.
¿Y qué se encontrarán en tu show?
Una oportunidad para desconectar, disfrutar y darse cuenta de que crecer es una putada pero sonriendo es una putada algo menos dolorosa.