Folk: "Quiero desarmar el espectador"

Redacció TeatreBarcelona

Han llenado el escenario del Teatre Romea de hojas secas y luz de ocaso para recibir un nuevo huésped: Sándor Márai. Hemos hablado con el anfitrión, Abel Folk, que dirige y protagoniza L’última trobada.

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Abel Folk describe a Henrik, el aristócrata húngaro que interpreta, como un personaje «muy duro, muy largo, muy cansado (¡Estoy hablando una hora y veinte!, exclama)». Pero cuando lo vemos actuando sobre el escenario, en la presentación de la obra, pisando hojas secas, con un traje color otoño y el cabello y la barba medio nevados, Abel habla con la voz de Henrik como quien habla con un amigo reencontrado. Monologa con esta familiaridad que nunca se pierde cuando se conversa con una verdadera amistad, sin importar el tiempo que haya pasado desde el último encuentro.

L’última trobada es un texto que persigue el actor desde hace años, «quizá más de 25», nos cuenta cuando la entrevistamos. «Me impactó mucho. No sólo me sentí identificado, sino que llegué a pensar: ¡Yo hubiera podido escribir esto!, si hubiera tenido el talento de Sándor.» Le causó una emoción profunda, describe, no efervescente ni melodramática, si no de estas que quedan depositadas en tu interior. El curioso vínculo de Abel con la novela de Sándor Márai llega incluso hasta la anécdota de que le han regalado tres veces el libro: «¡Es muy extraño!».

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Partiendo de la versión para teatro de Christopher Hampton, ha hecho la adaptación catalana de una obra que califica como «muy intensa», en la que ha trabajado durante seis meses. Para completar el reparto, Abel se ha reencontrado con un amigo del Institut del Teatre, Jordi Brau -«¡El mejor actor de doblaje que he oído!», afirma-, que da vida a Konrad, el amigo que visita a Henrik después de cuatro décadas sin verse. En común tienen una mujer de su pasado, un personaje misterioso que no aparece físicamente, pero que completa el triángulo amoroso de L’última trobada y da a la historia un punto de thriller.

Sobre el escenario hay un tercer personaje: la nodriza del castillo, que conoce a Henrik de toda la vida. Abel, que «necesitaba una actriz muy sólida» para el personaje, pensó en Rosa Novell. En los últimos meses, Rosa sufrió una enfermedad y perdió la visión, pero no desvincularse del proyecto, que le ha mantenido «enganchada al trabajo, ilusionada». Maria, la hija de Abel -que también hace de regidora- acompaña a Rosa en las entradas y salidas, «y ya está». «Más importante que el trabajo, y más importante que el teatro, son las personas -sentencia el actor-. Y creo que Rosa me da lo que necesito como director, y lo que le damos a la Rosa puede tener un ingrediente de felicidad».

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Abel no quería una cuarta pared para esta función, ni hacer una obra a la italiana y distanciada, por lo que el escenario del Romea vuelve a incluir gradas sobre si: pero no se quedó ahí. «Un orador -explica- siempre interpela al espectador, busca una reacción, un consentimiento, una respuesta. Pero en el teatro no lo hacemos normalmente. Explicamos distanciados una historia que está cerrada en sí misma, y yo quería incluir nuevos lenguajes, experimentar. Lo que hacemos aquí es no distanciarnos nunca del todo del espectador, si no mantenernos en la posición de poder interpelar directamente. Comparto con él una historia, un pasado y unos hechos, y a veces incluso pido una opinión. No hace falta que me contesten, ¡es igual! »

L’última trobada está lleno de frases brillantes, asegura, y a veces se preguntaba cómo subrayar alguna sin caer en un «¿Ta’enterao de lo importante que es esto?», bromea el actor. «Pero poco a poco me di cuenta de que la mejor manera de subrayar es no subrayar», sino interpelar al espectador directamente, sin filtro, hablándole como diciéndole: «¿A que estás de acuerdo?«.

Los primeros espectadores que lleguen encontrarán, además, un guiño que el director les ha preparado, inspirándose en la sensación de cuando algún colega de trabajo le invita a ver un ensayo: hay algo especial en asistir a este espacio provisional, que los actores aún estén dudosos y la luz no esté del todo hecha, confiesa Abel, describiéndolo con el tono misterioso e ilusionado de quien revela, poco a poco, la receta de un plato exquisito que acaba de descubrir. «Ves algo que es nuevo, y al mismo tiempo hay un punto de intruso, de voyeur, con el que he intentado jugar»: ha invitado a los espectadores a ver cómo construyen la obra, cómo se disfrazan y el proceso de prepararla. «Intento desarmar el espectador, que no esté acomodado. Quiero desconcertar un poco».

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Le preguntamos si el hecho de basarse en una novela, y respetar la trama y el tono, ha hecho posible esta exploración de los lenguajes, y nos responde con un: «Es que el libro es inmenso». Abel ha hecho algún cambio, restando importancia a la lucha de clases que aparece, muy importante en aquellos -y por eso hay un personaje aristocrático y un plebeyo-, así como ciertos anacronismos de comportamientos morales del época, para mantener la contemporaneidad de la reflexión de Márai, que es «absolutamente» actual. «Es uno de los tratados sobre la amistad más precisos que se han escrito nunca, en su aspecto más profundo. Sándor la pone en contraposición contra cualquier otra relación humana: no tiene ningún vínculo de dependencia, un amigo es un amigo. Y el conflicto entre estos dos individuos es tan potente precisamente por eso, porque eran amigos. Amigos de verdad! «. Dos amigos que se «cargar» la amistad por algo muy grave, «pero el hecho de cargarse-la aún peor!», exclama Abel.

Si tienes ganas de descubrir esta historia de amistad, amor, traición, fidelidad y venganza, o si ya la conoces pero te gustaría que te la explique Abel, la encontrarás en el Romea:

Texto y fotografías: Neus Riba

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