«Que usted no sienta pasión por los trenes, que no le interesan en absoluto, que los aborrezca o incluso que le repugnan, no significa que no necesite saber su historia»
Así comienza la sinopsis de Breve historia del ferrocarril español, una pieza escrita por Joan Yago, en homenaje a su madre historiadora, que llega al Teatre Nacional de Catalunya después de estrenarse y agotar entradas en el Teatro María Guerrero del Centro Dramático Nacional en Madrid. La pieza está dirigía por Beatriz Jaén y protagonizada por Paloma Córdoba y Esther Isla, dos actrices que ni en escena ni entre bastidores paran un momento quietas. Su ejercicio de recorrer muchos años de nuestra historia y varios personajes que se ganaron un espacio por las fechorías que hicieron no deja de sorprendernos estando ya a finales del 2024.
Teatro Barcelona: Es una pieza que nunca se ha visto en Barcelona. ¿Qué descubrirá el público que se acerque a verla?
Esther Isla (EI): Descubrirá una relación, que ni yo conocía, entre el negocio ferroviario y la corrupción borbónica. Verá una obra muy narrativa y con mucho sentido del humor y saldrá impactante ya que sorprende mucho.
¿Cree que hay diferencia generacional en la recepción de la prenda?
Paloma Córdoba (PC): Supongo que sí, que debe existir por el vínculo que se genera entre diferentes generaciones con la casa real, en este caso. Creo que, para la generación anterior, la de nuestros padres, existe un vínculo fuerte porque han vivido la época de quienes ayudaron a realizar la Transición y crecieron con la idea de que, sin el rey, no hubiera sido posible. Y después han sufrido una gran decepción. Lo que no sé es qué vínculo tienen los jóvenes ahora con esto.
EI: La generación de nuestros padres es la que ha vivido el blanqueamiento, desde mi punto de vista, de la figura del rey, ya que se le ha conocido como alguien muy cercano. Creo que los jóvenes pasan ahora un poco más.
PC: No sé si se preguntan por qué hay esa gente aquí y qué importancia tienen. Lo que sí ocurre es que cuando acabamos la función, aunque la gente esté perpleja, pocas personas se extrañan. A nadie le sorprende que todo esto haya ocurrido y eso también nos llama mucho la atención.
Esther Isla: «Lo que explica la obra no tiene que ver con la condición ideológica o política ya que nadie puede negar lo ocurrido»
Capitalismo, familia real, política… Todo lleno de picaresca española. ¿Habrá o hay alguien que ha venido a ver la obra y se haya escandalizado u ofendido?
EI: La temporada pasada sentí que se cabreaban menos de lo que yo esperaba. Porque siento que lo que explica la obra no tiene que ver con la condición ideológica o política ya que nadie puede negar lo que ha pasado y lo que ocurre hasta nuestros días. Pensaba que se levantaría más gente y se marcharía, pero nadie puede negar la evidencia. Entonces, el público entra y empatiza con lo que contamos.
PC: El texto te explica unos hechos y estos hechos hacen que, irremediablemente, tomes partido, pero no te lo explica desde un posicionamiento y no dice qué o cómo pensar. Esto hace que cueste mucho enfadarse con nosotros. Lo que sí se respira, sobre todo si sales hablando de la obra y la compartes con la gente, es la indignación y la sorpresa al descubrir que la corrupción no es algo actual sino que viene de hace mucho. Esto es fascinante y te deja perpleja. Cuando el público ríe es porque está necesitando soltar esa tensión al darse cuenta.
EI: Lo que sí me pregunto yo es hasta cuando la gente podrá seguir tragando todo esto sin movilizar un dedo y aceptándolo, más allá de la ley de la inviolabilidad judicial…
PC: O si alguien cuestionará esto de que «quien está ahora ocupando ese alto cargo no tiene nada que ver con lo anteior, es una persona con otra educación y valores». Porque este discurso es lo que nos venden y nos han vendido a lo largo de los años.
¿Qué opiniones y reacciones recibió la pasada temporada con la obra en Madrid?
PC: Para las personas que conocían el texto, el montaje fue una sorpresa porque es verdad que la dirección de Beatriz Jaén es maravillosa. Estaba planteado como un monólogo, que te lleva a la conferencia más bien, y no como una obra para dos actrices. Beatriz aportó su universo, brutal, y ha hecho una fiesta.
¿Qué os costó más aprenderos, el texto o toda la parte técnica y de cambios en escena?
PC: Integrar ambos mundos porque cuando crees que ya tienes el texto aparece todo el universo de los cambios durante casi dos horas y te sorprende.
EI: Ambas cosas eran arduas porque el texto es largo y tiene muchos datos. Y la técnica es muy exigente también. Todo ello es muy intenso porque no sólo somos personajes, somos historiadores, investigadoras y narradoras que deben saber contar.
PC: Esto también hace que sea exigente para el público porque la función necesita que el público esté muy implicado.
¿Habéis perdido alguna vez algún tren en la vida que le haya fastidiado?
PC: Muchos, sí. Pero después te quedas en la estación y pasan cosas. Entonces, creo que la cuestión es saber ver que en la estación también hay vida y movimiento, que puede pasar otro o puedes tomar un taxi y llegar por otro camino.
EI: Yo aprendí de un director, de José Gómez-Friha, que «cuando pasa un tren hay que tomarse al siguiente y olvidar lo que ha pasado ya.
Con una palabra podéis describir el viaje que estáis haciendo con esta obra.
EI: Rock and roll.
PC: Fascinante.
Más información, imágenes y entradas en: