El último Shakespeare, el último Peter Brook?

Andreu Gomila Llobera

El genial director británico Peter Brook, de 96 años, lleva al Grec Tempest project, recreación personal sobre el viaje de Próspero en la isla de calibre, en lo que podría ser su despedida de los escenarios

Tiene 96 años y todavía no ha abandonado los escenarios. Es seguramente el director de teatro más influyente de la segunda mitad del siglo XX, junto a Ingmar Begman y Heiner Müller, y su huella es bien visible en los creadores de ahora gracias a libros teóricos como El espacio vacío o La puerta abierta. En 1974 se instaló en Bouffes du Nord de París y, desde Francia, ha irradiado sin parar una manera de hacer teatro que ha ido cambiando con el tiempo, pero que fue pionera a la hora de abrir las ventanas del teatro europeo porque se hizo sus tradiciones orientales y africanas.

Que haya elegido La tormenta como la que podría ser la última pieza que lleva a escena no es casual. Es la última obra de Shakespeare y también la que, en la vida, le ha reportado más satisfacciones. La versión que en montó en 1990 cambió la manera de leer la obra, que hasta entonces había sido vista como una metáfora del colonialismo, con Próspero y su hija, Miranda, que se instalan en una isla remota y someten los habitantes, personificados en la figura de calibre. Brook cogió un actor de origen africano, Sotigui Kouyaté, que ya había participado en el mítico El Mahabharata (1985), para ponerse en la piel de Próspero. En el montaje que veremos en Barcelona sigue el mismo camino con Ery Nzaramba.

La explicación que ofrece Brook en este sentido es clara: en los tiempos de Shakespeare, dice, los europeos no se habían desconectado del mundo mágico, de brujas, duendes y hadas. Hoy día, añade, es muy difícil que un intérprete blanco se meta en un personaje que habla con los espíritus. Y por eso fue a buscar, entonces y ahora, un actor africano surgido de una sociedad donde los espíritus todavía son importantes.

Para Brook, además, en La tormenta resuena toda la obra de Shakespeare y, sobre todo, el tema que la atraviesa: la libertad. Política, social e individual. La última réplica de la obra, protagonizada por Próspero, va en este sentido. «Sé libre», dice Ariel.

Hace muchos años que ningún montaje de Brook no pisa Barcelona, ​​desde su versión de La flauta mágica del Grec 2011. Y eso que la llegada del director inglés en los años 80 supuso un antes y un después. Con La tragedia de Carmen (1983) convirtió para siempre el mercado de las flores en un espacio para las artes escénicas; por otro lado, los mayores tienen vivo en la memoria El Mahabharata, una pieza de nueve horas a partir del texto épico hindú, una de las grandes metas del teatro del siglo XX fruto del trabajo codo a codo entre Brook, Jean Claude Carrière y Marie-Hélène Estienne, fiel compañera artística del director y que también firma Tempest project.

Si no hubiera sido por el festival Temporada Alta, donde hemos visto una decena de piezas de Brook en los últimos veinte años, no habríamos podido seguir de cerca la trayectoria final del director. En recordamos los Fragments, de Beckett, o The suit, piezas que han pasado por Girona y en las que se ha comprobado que, en teatro, a menudo menos es más y que la oralidad y la necesidad de contar historias son la base de un arte que, como nos recuerda a L’espai buit, es «autodestructivo» por naturaleza.

Escrito por
Andreu Gomila Llobera

Poeta, escritor, crítico literario y periodista especializado en artes escénicas. Ha sido director del semanario TimeOut Barcelona.

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