Tres actores, tres sillas y tres instrumentos: clarinete, guitarra y piano. Los Bobobobs, ganchitos y Fanta.
Aquellos días azules nos propone un regreso a la infancia con un cabaret poético lleno de humor y acidez de la mano de Marc Artigau, que asume la dramaturgia y la dirección. Un tobogán emocional que nos hará pasar de la risa a lloro en unos segundos, como los niños. Aquellos días azules es un collage de veinticinco microescenas que dibujan la niñez de la generación de Artigau, la de los 80. Encontraremos canciones, escenas teatrales, la poesía de Estellés, un cuento de Quim Monzó y, atención, la primera sardana escatológica de la historia de Cataluña.
“Es un regreso a la infancia desde la juventud, que hace que no sólo revisites aquellas zonas nostálgicas y azules de los recuerdos, sino también las más crueles”. Hay comedia y nostalgia, pero también tristeza y cinismo, motes y burlas. “Está bien revisitarlo, pero no nos queremos quedar. No es un espectáculo de Peter-Pans”, deja claro Artigau.
Un espectáculo en el que se interpela mucho el público y que ha encontrado en el Teatre Maldà el espacio idóneo para tener muy cerca al espectador. “Hemos trabajado mucho el lenguaje musical y literario y hemos hecho muchas improvizaciones con los actores que han servido para hacer cambios”, explica Artigau. “Tenía ganas de hacer un espectáculo como este. Con 18 o 19 años estuve en el Teatro Lliure de alumno en prácticas con Xavier Albertí, en el espectáculo Pier Paolo Passolini, en que había una mezcla importante de diferentes elementos narrativos. «Una parte de este espectáculo nace de ahí”, añade el director.
Los tres actores, Robert González, Jordi Llovet y Joan Solé, también son de la generación de los 80, pero insisten que cualquier persona se puede sentir identificada, porque hay muchos elementos transgeneracionales como el primer beso, las salidas en bicicleta o la muerte de un abuelo.
Texto: Mercè Rubià