Alerta con el marco, por lo menos, pensamos-lo. Es oportuno preguntarnos, en primer término, si dedicar un festival europeo blanco y un punto elitista en África y el afrodescendència no conlleva una dosis de tokenisme, es decir, una pequeña concesión para con una realidad invisibilizada, un gesto, pero que en verdad no altera el marco del desequilibrio. El debate es complejo, más aún cuando se plantea desde el privilegio y el eurocentrismo, también del que escribe. Hay bastante sesgo en el hecho de intentar reflejar un continente pobre a través de artistas que trabajan instalados en países ricos, o son financiados por sus festivales y centros de producción para crear obras que se dirigen mayoritariamente a las clases privilegiadas europeas. Dejar de ignorar África, claro, pero sin caer en las trampas del buenismo que lava las conciencias. Los cristales empañados del exotismo no sirven para captar una realidad inalcanzable como es África.
Establecer un marco autocrítico, en definitiva, para encajar propuestas como las de la compañía sudafricana Third World Bunfight, que capitanea el director blanco Brett Bailey. En su primera visita a Cataluña en 2014 nos ofrecieron una adaptación de la ópera Macbeth de Verdi ambientada en las guerras sanguinarias del Congo. Un clásico occidental en su máxima expresión de género culto, pero interpretado por artistas negros en un contexto de horror postcolonial. Ahora, desde el Festival de Aviñón, nos llega Samsó, con un marco similar: un mito bíblico conocido transportado a un paisaje contemporáneo de violencia. Los referentes simbólicos africanos llenan de nuevos sentidos la narración original entre la distopía y el espejo. La banda sonora de Shane Cooper interpretada en directo por músicos y cantantes hace de esta propuesta una obra total, una sacudida de estímulos provenientes de una realidad que por desgracia percibimos como lejana.
También en clave multidisciplinar, la propuesta Dear Winnie, cocinada al KVS (Real Teatro Flamenco) de Bruselas, uno de los centros pioneros en cuanto a la reivindicación del mestizaje, un discurso apenas esbozado en nuestras instituciones escénicas. Uno de sus colaboradores, Junior Mthombeni, nos plantea un homenaje a Winnie Mandela. La fuente de inspiración es una carta que el padre del director -l’activista contra el apartheid Maurice Mthombeni– envió a Mandela, escrito interceptado y publicado por comprometer la lucha antirracista sudafricana. El escritor Fikry El Azzouzi y el músico Cesar Janssens completan el trío creativo de un espectáculo que protagonizan nuevo actrices, cantantes y bailarinas de edades dispares y de ascendencia africana diversa. Más que una aproximación histórica, hablamos de un mosaico de escenas que reivindican con matices la figura de Mandela y la importancia de la lucha contra la discriminación racial y de género.
Una cata de África cocinado en Europa que podemos tomar como ejemplo positivo de cambio de ejes o como una excursión aislada al safari del exotismo. Que cada uno decida.
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