David Selvas dirige Timó d’Atenes en la Biblioteca de Catalunya, un Shakespeare absolutamente actual que nos muestra «un grito de dolor y rabia frente al sistema» con Julio Manrique como protagonista.
Timó es un ciudadano rico y poderoso, amigo de senadores, banqueros y artistas, el centro de la vida social de la ciudad. Es un gran amigo de sus amigos, generoso y mecenas de las artes. Esta generosidad material excesiva y una nefasta gestión lo llevan a la ruina y, en contra de lo que él espera, los amigos le dan la espalda. A partir de este momento, su generosidad se convierte en rabia y odio y decide exiliarse de la ciudad para vivir al margen de todo y de todos. Pero, ironías del destino, mientras revuelve el suelo de su nuevo hogar buscando comida, encuentra un maletín lleno de oro…
David Selvas comenzó buscando una comedia para hacer durante el Festival Shakespeare, pero con Julio Manrique rápido vieron que «con todo el esfuerzo económico y personal que nos pediría hacer cualquier obra, quisiéramos que cuando estuviéramos inmersos tuviera un sentido». Además, nos explica, «Timón nos ofrece un paralelismo absoluto con lo que está pasando, este cambio sistémico, ese grito, ese dolor y esa rabia de Timón frente a un sistema y esta voluntad de explosionar-lo desde dentro». Nos encontramos en la Biblioteca de Catalunya para hablar del espectáculo y los nuevos proyectos de su productora, La Brutal.
Se dice que es uno de los Shakespeare más complicados porque está inacabado. ¿Qué dificultades le ha llevado? ¿Habéis hecho algún cambio en el texto original?
Las complicaciones en el fondo también son retos. Nos ha llevado complicaciones en el sentido de que se deben tomar muchas decisiones. No puedes hacer la obra tal y como está escrita porque no está terminada. Hay quien dice que no está terminada porque Shakespeare no le interesó, porque ya había conseguido lo que buscaba con este experimento, y hay otros que dicen que no está terminada porque no está bien hecho. Lo que pide son sobre todo decisiones, explicar bien la historia y buscar qué quieres decir con este Timón. Hemos recortado el texto, porque sino duraría 3 o 4 horas, pero hemos respetado absolutamente el texto. Lo único que hemos añadido son los fragmentos de la tele y la radio.
Timó es víctima de la necesidad de ser admirado y querido, pero ¿eso es motivo suficiente para que no se dé cuenta que los de su alrededor se están aprovechando?
Tal y como lo escribe Shakespeare es como una fábula y la fábula tiene este punto mucho más simplista: los buenos son buenos, los malos son malos y los que son engañados son engañados. Para buscarle más profundidad, más humanidad y sobre todo porque el segundo acto fuera una verdadera bajada a los infiernos necesitábamos que Timó se sintiera traicionado por gente de la que él no esperaba sentirse traicionado, sino no tenía mucho sentido, sobre todo por el hecho de llevarla a la actualidad y querer que el espectador se sienta identificado. Por tanto, si no creábamos este grupo de amigos que se necesitan, que se estiman, que también se utilizan, pero que además hay muchas otras cosas, era muy difícil que esta traición realmente lo tocara y lo llevara donde la acaba llevando.
Timó pasa de la ingenuidad a un odio visceral contra el ser humano en general. No ataca sólo el poder, está contra todos, no tiene esperanza.
Haciéndolo te das cuenta y te preguntas: ¿qué ha cambiado en estos 400 años? Contra quién quieres estar enfadado si no contra el ser humano en general? Quién es quién provoca que vuelva a pasar esto una y otra vez? Creo que su misantropía va hacia aquí, pero mientras haya historias como esta que intenten hacernos ver que esto ocurría hace siglos y sigue pasando, que cuestionan qué hemos hecho mal y qué seguiremos haciendo mal, hay algo de esperanza. La no esperanza es cuando no hay ni estas alarmas en la sociedad.
«El oro convierte el negro en blanco, el viejo en joven…» dice Timó en un momento de la obra, pero él tiene la oportunidad de volver a ser quien era, recuperar (volver a comprar) aquellos que tenía al lado y no lo hace, opta por sembrar el caos.
Sí, opta por destruir. Si hubiera vuelto atrás no hubiera no hubiera aprendido nada. Todos los grandes personajes se caracterizan por su complejidad, por la toma de conciencia de algo. Si no hay toma de conciencia no hay viaje hacia el conocimiento y si no hay viaje hacia el conocimiento no hay profundidad. Timó hace un viaje hacia la conciencia de que esta sociedad de la que formaba parte es mentira, que es un pozo de pus social y decide que el único servicio que puede hacer a la sociedad es acabar con aquello y construir algo nuevo.
La única trama importante fuera de Timón es la de Alcíbades, el militar desterrado que también opta por la venganza. ¿Ha sido la más difícil de adaptar y actualizar?
Absolutamente. Es la que Shakespeare deja más en el aire y aquí es la trama más complicada. El general no aparece en el primer acto, tiene una pequeña aparición y desaparece, pero nosotros hemos querido poner a la fiesta de amigos para justificar que él no está en otro lugar cuando hay un follón que tiene caga [manifestaciones y disturbios en las calles de Atenas], y eso es lo que nos ha llevado más trabajo. A la vez es la única forma. ¿Quién puede destruir un sistema si no existe la violencia? Si no hubiera esta figura difícilmente Timó conseguiría lo que acaba consiguiendo, que parezca que en un momento quizás acabará triunfando la esperanza. Si entrara el militar de la mano de todos los desheredados y no pactara con el senador dentro, quizás sí que habría un cambio sistémico… pero pacta. Si aquí gana Podemos o Colau y pactan, ¿quien se creerá que realmente cambiarán lo esencial?
Aparte de eso, el concepto de desterrar al lado de los selfie o los graffitis, destaca.
Yo creo que hay algo que todavía te deja más fuera: la apelación de la violencia. Actualmente la violencia es algo punible, si hay violencia cualquier discurso queda descartado. Evidentemente en la época de Shakespeare la violencia era un medio más, una forma más de conseguir las cosas. Pero aunque esto sea así, nadie pone en duda lo que dice, porque la violencia se ejerce de muchas maneras. Hay muchas formas de violencia: hacer unas obras absurdas que no hacen falta en lugar de comedores sociales o destinarlos a los niños con exclusión social…
Violencia estructural.
Sí, violencia estructural que está amparada por la sociedad ¡y que no es punible! Esto forma parte de contextualizar las cosas y no concretarlas al por menor, sino de una forma metafórica. Me lo estoy planteando ahora, pero nadie me ha dicho que se sienta alejado de la obra para la defensa de la violencia… Creo que vehiculamos las cosas hacia otro lugar, contextualizamos y nos acercamos desde otros lugares, no sólo desde el intelecto.
Otro cambio es Flàvia. En la versión original es Flavio, un personaje masculino. ¿Por qué este cambio?
Timó es de los pocos personajes de Shakespeare que no tiene familia, que no tiene vida íntima, no tiene pareja. Y esto en Shakespeare es muy extraño, porque normalmente habla de la familia y los amigos. Pero hay una réplica en la que Flavi hombre le dice: «casi me haces torcer mi peligrosa naturaleza». Con Pomper [Sergi Pompermayer] nos pareció que era interesante que, ya que él es un sociópata, que vive absolutamente de cara a la galería y que no tiene vida privada, si sus tendencias sexuales no fueran vistas con buenos ojos de cara fuera, si fuera homosexual, lo viviría como algo a reprimir. Entonces creímos que era un buen funcionamiento que finalmente él, cuando se va al vertedero con el Alcíbades y Flàvia lo vaya confesando de esta manera… Y hay parte de nuestro juego que está aguantado en esta sutilidad, aunque quizá haya mucha gente que no se dé cuenta.
Y el cambio más grande: el vertedero. Ponerlo en lugar del bosque es arriesgado porque se pierde la contraposición de civilización versus naturaleza. ¿Por qué habéis hecho esta apuesta?
Para Shakespeare la naturaleza era una fuente de depuración. En aquella época tenían una relación mucho más bestia con la naturaleza, pero actualmente ya no existe. Por otro lado, hoy en día si una persona que está fuera del sistema va a vivir en el campo en principio no lo veríamos como algo malo, al contrario. El vertedero nos conecta con el aquí y ahora. Al fin y al cabo quien no puede comer, come los restos de los que pueden comer. Nos funciona como contextualizador, como metáfora: Timó toma conciencia y es libre en este vertedero. Es la gran apuesta de este espectáculo, buscar esa vuelta. Hemos ido contra texto en algunos momentos para poder hacerlo, pero ganamos más de lo que perdemos. Creemos que el público contemporáneo ve más rápidamente que realmente es un clochard, que vive al margen de la sociedad. Además, el vertedero es una fuente de imágenes potente. El teatro se sirve de muchas formas: la música, el vídeo, cualquier forma artística o cualquier manera q te sirva para contar una historia, es una forma contemporánea y que te acerca también a la gente. Estamos constantemente buscando nuevos públicos, pues quizás una forma es esta. ¿Por qué le tenemos que explicar todo con palabras si lo podemos explicar de muchas maneras?
Selvas creó La Brutal en 2011 para llevar L’habitació blava en el Teatro Romea, donde Julio Manrique acababa de ser nombrado director artístico. Ahora se han añadido Cristina Genebat como coordinadora de contenidos y el mismo Manrique como codirector artístico. Timó d’Atenes es la primera de las hasta 6 producciones que llevarán esta temporada en varios teatros: Los Esqueiters (Nao Albet y Marcel Borràs), Santa Nit (Cristina Genebat), y el ciclo Tot pels diners al Teatre Lliure con tres obras diferentes. Una propuesta, nos dice, por «investigar, trabajar y reflexionar sobre el valor y el dinero hoy como causa de la situación de donde estamos».
En La Brutal decís que su trabajo se centrará en el actor, que le toca recuperar el lugar que nunca debería haber perdido. Cómo se materializa esto en la compañía o en un montaje?
El ejemplo es el Timón. No son ideícas del director, los actores no sirven para que el espectador vea ideícas del director; aunque sean, el eje absoluto es el actor, que es quien finalmente te ayuda a sentirte identificado. Pienso que si muchos actores ahora nos dedicamos a dirigir es porque hemos vivido una época en que la dictadura ha sido del director y del autor. Seguramente del autor porque se habían tenido absolutamente olvidados en este país y es necesario ponernos al día con propuestas como el T6 del TNC, o el Lliure que tiene apuestas muy potentes pero, aparte de La Kompanyia, no hay propuestas similares con los actores. Como normalmente los teatros están dirigidos por directores de escena, la apuesta fuerte la hacen con el director y nosotros creemos que esto se puede abrir mucho más, como en la época de Shakespeare. ¡Él era autor, actor y director!
En la rueda de prensa del Festival Shakespeare vas criticar a las instituciones culturales presentes que durante un tiempo se dejara morir el festival y se destinara un presupuesto de bolsillo. ¿Cuál debe ser la principal reclamación del sector teatral en la Conselleria?
El más básico es destinar dinero, porque sino lo que está pasando es que como los que queremos contar cosas seguimos haciéndolo, los teatros se llenan a costa de nuestro sueldo. Nosotros todavía, porque pienso que somos unos privilegiados, pero los chavales que están saliendo del Institut del Teatre y están montando compañías lo tienen muy complicado. Si miras las cifras de la temporada pasada en Barcelona y miras las compañías que fueron taquilla, las salas que no pagaron la producción del espectáculo y que siguieron cobrando el 60-40% [60% de lo recaudado en taquilla por la sala, 40% por la compañía] y miras la gente que había, sacas el 21% de IVA y el 10% de autores, la pregunta la tienes clara: que los debía quedar y cómo pueden vivir con eso?
Si hubiéramos parado y hubiéramos cerrado las salas, los políticos deberían reaccionado. Es cierto que ahora hay una relación más cordial con la Conselleria, un acercamiento, pero como las necesidades económicas y el modelo está cambiando, quien finalmente está pagando o ha pagado los platos rotos es la profesión. No se hacen producciones como se hacían antes, el Nacional ha recortado en 5 producciones, el Lliure ha recortado nosequé… Es este el modelo que queremos? Yo quiero un país donde la cultura sea apoyada, donde las izquierdas no deban excusarse para invertir en cultura y esto sea una marca de país, al igual que lo debería ser la salud y la educación pública. Nadie se avergüenza que intentamos tener una escuela pública potente, por qué hay que avergonzarse de tener una cultura pública?
Texto y fotos entrevista: Mercè Rubià