«Este es el LP negro de Joan Manuel Serrat. Todo negro, con una foto de Miguel Hernández en el centro», así recuerda mi madre la compra de este álbum del chico del Poble Sec, que puso música a los poemas del poeta oriolano. Era 1972, y «también recuerdo otro anterior, el rojo, dedicado a Antonio Machado. Me compré todos los que salieron». En la década de los 70, Trinidad tenía veinte años, la misma edad que tiene ahora Daniel Ibáñez, actor protagonista de Para la libertad, en su temporada en Madrid y que recalará en el Teatre Borràs de Barcelona del 15 al 27 de julio con un nuevo reparto. Dos generaciones nos hemos sentado en la butaca para disfrutar de esta obra, que recorre la vida del poeta desde Orihuela, pasando por Madrid, Rusia y París, hasta su trágica muerte en prisión, lejos de su mujer y su segundo hijo, al que dedicó uno de los poemas más conmovedores de la historia, Nanas de la cebolla.

Daniel Ibáñez
Si en los años 70 aquel LP sirvió para rescatar los versos de Hernández del olvido, a pesar de vivir bajo una dictadura, hoy, nuestro objetivo es que la palabra gane las guerras, los fascismos y la censura. Eso es lo que pretendemos. Para lograrlo, la propuesta cuenta con la dirección de Gabriel Fuentes y la dirección escénica de Daniel Molina. Y para conocerlo mejor, tomamos un café con David Ibáñez, el protagonista que comparte escenario con Eva Rubio y Pablo Sevilla, un trío que consigue llevar al público la vida de otra época, en un momento en el que mirar atrás nos puede ayudar a evitar repetir los errores del pasado.
Teatre Barcelona: ¿Cómo llegas a este proyecto? ¿De dónde partes?
David Ibáñez: Todo empieza con la idea de José Velasco, de Okapi producciones, que me ofreció el papel y Serrat decidió apadrinarnos. Desde esta pequeña locura inicial, todo se fue desarrollando y decidí sumergirme en el proyecto. Partíamos de los textos de Miguel Hernández y de la biografía de José Luis Ferris, que nos ha servido de guía en algunos momentos. Hemos intentado crear una prosa poética y, como si fuera un 8½ de Fellini, hemos entrelazado diferentes episodios de su vida, potenciados por las canciones de Serrat.
¿Cómo es este viaje cada noche?
Es fascinante, la verdad, pero muy difícil de describir, como intentar explicar un sueño que queda envuelto en niebla y no sabes cómo descifrarlo, porque son solo sensaciones. Trabajar con Eva Rubio y Pablo Sevilla es un placer, un orgullo y un honor. Y, por supuesto, Daniel Molina consigue hacer algo muy complicado para mí: de vez en cuando, lograr que el público se olvide de Serrat y se adentre en este viaje de forma independiente. Gabriel Fuentes quería, sobre todo, que la historia tuviera mucha luz y que no se limitara solo al destino inevitable del poeta.
Tengo muy clara mi historia con Serrat y Miguel Hernández gracias a mi madre, ¿cuál es tu conexión?
Quizás hay cierta similitud con la tuya. La mía empieza en un coche, de camino al cine de verano con mis padres. Tenía unos 10 años, tal vez menos. De repente, suena una voz aguda muy característica, y me di cuenta de que era este disco de Miguel Hernández. Concretamente, suena Para la libertad. Tal vez ya había escuchado Mediterráneo antes, pero no la recordaba tanto. Fue la primera vez que me quedó grabada la música de Serrat. Y tenerlo delante hace poco fue una experiencia muy especial, de esas que no pasan a menudo en la vida. Incluso me temblaban las piernas. Fue muy cálido y nos acogió muy bien.
¿Qué compartes con Miguel Hernández: la esperanza o el miedo?
La esperanza, sin duda.
Cuando comentaba que iba a ver esta obra, la gente me decía que era una obra de izquierdas. ¿Crees que este espectáculo tiene una etiqueta política?
Creo que la política es parte de la vida de todos, porque la política es vida. Pero me gustaría que no se le pusiera una etiqueta a esta obra, ya que lo que queremos transmitir es una historia de esperanza, tenacidad y luz, valores que nos afectan a todos, independientemente de la ideología. Lo importante es mantener tu identidad y lo que crees, a pesar de las circunstancias. Esta obra habla de un hombre que resistió porque creía en la belleza, en una época en la que lo consideraban loco. Era una persona rebelde, y en ese momento no se podía ser defensor de la belleza, la poesía y el amor. Y para mí, eso va más allá de cualquier ideología. Esta obra nos muestra a un hombre que defendió la belleza por encima de todo.
«Si nos duele pensar hasta dónde podría haber llegado Amy Winehouse, también nos debe doler pensar hasta dónde podría haber llegado Miguel Hernández»
Con canciones tan presentes en la memoria colectiva, ¿crees que la imagen o la información sobre Miguel Hernández ha cambiado con el tiempo?
Sé cómo me llegó a mí; de una manera bastante puntual y breve, y por lo que sé de generaciones anteriores, a ellos les llegó de una manera más dispersa. Creo que es un poeta que, aunque no sea menor, a veces se le ha tratado como tal. Ha sido un silencio que ha pasado de generación en generación, ya que en su momento intentaron silenciarlo, siendo uno de los más grandes poetas de nuestra literatura, al mismo nivel que Federico García Lorca, que ya tiene su lugar. Serrat fue quien lo rescató del olvido y lo trajo de nuevo a la memoria colectiva, permitiéndonos ver que estamos ante un titán, un gigante de la poesía, que tuvo mucho menos tiempo y muchas menos oportunidades que sus coetáneos. Y eso tiene un valor, porque si nos duele pensar hasta dónde podría haber llegado Amy Winehouse, también nos debe doler pensar hasta dónde podría haber llegado Miguel Hernández y todo lo que logró, a pesar de morir a los 32 años. Fue un corredor de fondo dentro del arte. Me sorprende cómo alguien pudo hacer un viaje vital tan intenso en tan poco tiempo. Hizo un viaje existencial muy profundo y propio de una mente brillante, en mi opinión.
¿Qué fue lo más complicado del proceso de ensayo?
Los tres ya nos conocíamos y habíamos hecho un trabajo previo. Es cierto que Eva y Pablo tienen mucho talento, y cuando tienes eso, todo parece más fácil. Lo más difícil es no quedarte admirado mirando cómo trabajan, algo que me pasa a menudo. Lo que más nos ha costado ha sido concebir una historia algo compleja, con muchos elementos. No es un musical, sino una obra de teatro con canciones, y el reto era no quedarnos solo con los aspectos biográficos, sino ver cómo avanzar la trama. Eva, entre otros personajes, interpreta a Josefina, quien preservó la herencia de Miguel, y sin ella probablemente no lo conoceríamos. Fue ella quien tuvo la tenacidad de decir «no, esto no os lo lleváis, es nuestro. Será para los hijos de nuestros hijos», y eso es algo que me gusta destacar.
Decías que estamos ante un «titán, un gigante de la poesía».
En el fondo, esta obra explica la vida de Miguel Hernández, pero también esconde una historia universal: un chico de provincia que quiere dedicarse a su pasión en la capital y formar una familia. No me parece que esté tan lejos de nosotros hoy, aunque el tiempo nos separe. Sus aspiraciones no eran tan grandes. Su única intención era «vivir en paz con la pobreza sencilla». No quería más, y eso lo convirtió, sin quererlo, en un símbolo político. Defendía valores que hoy en día también podríamos defender, como la búsqueda de la belleza y la paz.
¿Hay algo de herencia en el montaje que me llame mucho la atención? ¿Qué crees que podemos dejar nosotros, tú y yo como generación, qué estamos construyendo?
Una anécdota que me impresionó bastante cuando empecé a recoger información sobre él es que todos destacan su mirada, una mirada de asombro. Cuando murió, no le pudieron cerrar los ojos. Tal vez la razón más obvia era algo relacionado con la tiroides, pero esto acabó convirtiéndose en un mito. Lo que podemos transmitir a las nuevas generaciones es la capacidad de asombrarse, que nunca la pierdan, y la curiosidad. Era un hombre que estudió inglés en la celda; no tenía límites, o al menos no se los ponía él mismo. Como Sócrates, que, a punto de morir por cicuta, le preguntaron por qué estaba aprendiendo una nueva melodía y dijo que quería aprender una más antes de morir. El saber por saber es algo que no podemos perder, porque si no nos convertimos en autómatas.
«Deberíamos acostumbrarnos a incluir a las mujeres en estas historias donde siempre hay un héroe masculino»
Viendo esta obra y tantas otras que recuperan figuras como la de Lorca, en Una noche sin luna, o la de Antoni Benaiges en El maestro que prometió el mar, no dejaba de pensar que, en algún momento, también se deberían recuperar las historias de las mujeres. Por ejemplo, creo que en Josefina habría una historia muy importante y potente que contar también.
Alberto Conejero rescató la figura de Josefina en una obra, y estoy completamente de acuerdo con lo que dices. Creo que deberíamos acostumbrarnos a incluirlas en estas historias donde siempre tenemos un héroe masculino. La figura femenina es fundamental en este campo del arte y la belleza. No solo reivindicarlas, sino crear más historias e investigar más sobre ellas. Es importante y se ha hecho muy poco. Este es el momento perfecto para empezar a hacerlo y poner el foco.
¿Cómo te relacionas tú con la palabra libertad? ¿Qué te parece o qué significa para ti?
Para mí, la libertad significa que alguien tenga tiempo para preguntarse qué es realmente la libertad. Y creo que eso es complicado si no tienes ni para comer, como le pasaba a Miguel en aquella época, o si pasas todo el día trabajando sin tiempo ni para pensar ni para sentir. La libertad, para mí, es poder disfrutar de un momento de descanso con tus amigos, poder amar y elevar el espíritu, más allá de ser un simple autómata.
Este proyecto celebra la vida y la obra del poeta Miguel Hernández, ¿qué te gustaría celebrar ahora tú?
Me gustaría celebrar este canto a la belleza. Ahora tal vez estoy en un momento en el que veo las cosas con un aire más esperanzador, y pienso que todo entra mejor con una sonrisa. Cuando todo parece demasiado grave, me genera desconfianza, porque creo que, como decía Charles Chaplin, si no miramos las cosas con una cierta distancia, aparece el peligro. Pero también creo que hay que analizar las cosas a fondo, pero siempre manteniendo una sonrisa y con ganas de sorprendernos. Eso es lo que celebraría.
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