Tres obras estrenadas en espacios no convencionales, Animals de Companyia, Waikiki Honolulu y Pequeños Monstruos llegarán pronto a diferentes salas de la ciudad. Aprovechamos para pasear por cocinas, terrazas, aseos y hoteles para conocer el teatro que se está haciendo fuera de los teatros. Vienes?
CASAS. El periplo de Estel Solé y la Cia Mandanga para llevar Animals de Companyia al teatro viene de lejos. Antes de llegar al Club Capitol, donde estrenarán este febrero, han pasado por más de sesenta comedores particulares, salas polivalentes de pueblos pequeños y una gira por Centroamérica. Sí, han llegado antes a las salas de El Salvador, Guatemala, México y Santo Domingo que en las de Barcelona! «Todo comienza con cinco amigos con muchas ganas de hacer teatro, pero con la imposibilidad de acceder a los castings, que son pocos y de difícil acceso«, explica Solé. Pero las dificultades no se quedaron ahí. Después de tres meses de improvisaciones, trabajo actoral y la escritura del texto por parte de Solé cercaron durante más de un año diferentes salas de teatro, pero todo fueron negativas. «Cuando ya no sabíamos donde ir a parar pregunté a Bárbara Aurell, una diseñadora con unos bajos en Gracia que conozco, si nos dejaría estrenarla allí. Dijo que sí y hicimos cuatro funciones. Pensábamos que moriría aquí, pero al final de una función nos acercó un chico del público y nos dijo: ‘Tengo un piso en el Born, cuando cobráis por venir?’. Y ahí empezó todo. Ha sido el público quien ha generado esta gira de más de un año que llevamos«.
No son los únicos que dan vueltas por las casas. La Reial comenzaron en 2008, «cuando aquí había poquísimo teatro en espacios no convencionales«. Habían terminado el Institut del Teatre y ante el panorama que se encontraron, decidieron «tomar el atajo» y montar una obra en una casa particular, precisamente la del entonces todavía bastante desconocido actor y cantante Joan Dausà. A partir de aquí, les gustó tanto la experiencia que continuaron en esta dirección para que la relación que se establece con el público «es muy diferente a la que se suele dar en formatos más convencionales«.
TERRADOS. El caso de los Terrats en Cultura es bastante diferente. Sus impulsores no son ninguna compañía, ni actores. Son Lola Armadàs, Isaias Fanlo y Anna Piferrer, tres licenciados en humanidades y espectadores inquietos que desde 2013 organizan espectáculos (conciertos, obras de teatro y danza) en azoteas de Barcelona. Es también una respuesta a la crisis? «Inevitablemente es una respuesta a la crisis -sin quererlo- porque la crisis ha hecho replantearse muchas cosas. Aparte de la crisis económica también hay una crisis en el consumo de la cultura. Hay cosas que están cambiando. Las instituciones decimonónicas del gran teatro ya están un poco obsoletas, la gente quiere la proximidad con el artista. Terrats en Cultura nace con un doble objetivo: impulsar una nueva manera de consumir cultura y la de recuperar las azoteas, unos espacios que años atrás habían tenido mucha vida y que ahora se han perdido». La primera obra que se representó fue Pequeños Monstruos, de Marília Samper, que aunque todavía avanza donde, ya ha dicho que pronto llegará al teatro.
EL PUERTO. Y de las casas y azoteas al puerto. Paul Berrondo, Joel Minguet y Borja Espinosa tenían ganas de trabajar juntos y les salió la oportunidad de ensayar en el Club Náutic de Barcelona, donde también pudieron presentar la obra durante unos días. «Para una compañía pequeña y sin medios como la nuestra poder ensayar sin tener que pagar el alquiler de un local es un lujo y un punto de partida brutal». Pero es sólo un punto de partida. A diferencia de otras obras, el espacio físico real, el Club Náutico, no es el mismo que el de la obra, una caravana. Una de las primeras paradas en una sala será en el Off del Teatre Romea.
ALMACENES Y HOTELES. En el caso de Pentateatre y su Tras la puerta fue llegando rodado, explica su director, Marc González. «Josep M. Riera tuvo la idea de hacer 5 obras de 15 minutos en espacios reales de un mismo edificio/local. El lugar escogido fue el bar Vinsiteca y un día, mientras me hacía una ruta por los lugares que podíamos usar, me enseñó un almacén lleno de polvo, mucho polvo, y el propio espacio nos atrapó. Era digno de una historia de miedo, misterio, transmitía mucha claustrofobia«. Y de ahí, y a raíz del éxito de la obra, se pusieron a buscar otros espacios. «Queríamos hacer la obra manteniendo la esencia del Pentateatre, el espacio real, la proximidad del público… Nos pusimos a pensar en lugares y recordé que una amiga mía trabajaba en el Hotel Acevi Villarroel. Los propusimos hacer la obra, y aceptaron encantados «.
BAÑOS Y MÁS. Pero aún hay más espacios donde se hace teatro. En la calle Compte d’Urgell hay uno bastante particular. Se hacen espectáculos en el salón, el comedor, la cocina y hasta en el baño. En este caso no sólo hay teatro, también hay lírica, títeres, danza y circo. Es Microcultura Barcelona, donde se representan pequeñas cápsulas de no más de 15 minutos.
Hablamos de todas este obras, espacios y propuestas con Lola Armadàs i Anna Piferrer de Terrats en Cultura, la actriz y autora de Animals de Companyia, Estel Solé, Laia Alsina de La Reial y los directores de Waikiki Honolulu, Paul Berrondo, y de Tras la puerta, Marc González. También con la actriz Roser de Castro, que esta temporada presentó su obra Acción de Gracias al espacio Microcultura Barcelona.
¿QUÉ BUSCA EL ESPECTADOR EN UNA OBRA FUERA DEL TEATRO?
Lola Armadás y Anna Piferrer: Creemos que el público busca más una experiencia, que no un espectáculo. A Terrats en Cultura la gente llega convocada media hora antes, para que no sea sólo llegar y empezar el espectáculo. Los invitamos a una copa, interactúan con el espacio, miran las vistas desde un punto de vista de la ciudad que, al ser una casa particular, nunca han tenido, etc. Pasada esta media hora comienza el espectáculo, coincidiendo con la puesta de sol y cuando termina, ya es de noche. Hay gente que se nos apunta a ciegas a toda la programación porque no es sólo un espectáculo cultural, es otra manera de vivir la ciudad.
Estel Solé: Nosotros hemos hecho bolos sobretodo por comarcas y viéndolo en distancia me he planteado mucho por qué ha funcionado y veo que hay algunos factores muy interesantes. Uno, es la novedad que presenta el producto, sobre todo la experiencia de vivir el teatro de tan cerca, porque hay muy pocas oportunidades de vivir un hecho así. Y el otro, es el precio. A la gente de fuera de Barcelona si quiere consumir cultura le sale carísimo: peaje, gasolina, canguros si tienen hijos, etc. Si los llevas la obra en casa, todo esto se reduce. Otro factor importante, y creo que una de las cosas más chulas, es la relación con el público. Ir a las casas particulares hace que el espectador aprecie el teatro desde otro lugar. Mucha gente nos ha hablado de como de frío le parece el teatro. Esta cosa casera de quedarnos después de la función a hacer un picoteo, la confianza y la proximidad, hace que la entienda quiénes somos y qué hacemos los actores. Para los espectadores muchas veces somos inaccesibles y, en cambio, si nos ven llegar con la furgoneta, descargar el material, prepararnos, ven que hay detrás de una función y pasamos a ser mucho más cercanos.
Laia Alsina: Lo que el público agradece en este tipo de espectáculos es encontrarse inmerso dentro de la obra desde dentro y no como un mero espectador. Sin embargo, nosotros nunca rompemos la barrera de la incomodidad física, procuramos que el público se sienta a gusto y en ningún momento la obligamos a hacer nada, simplemente vivo el espectáculo como una experiencia que va más allá de sentarse en un sillón. La gran sorpresa ha sido la de captar espectadores que habitualmente no entran en el teatro pero que se sienten atraídos con esta experiencia, porque rompe algunos rituales y propone otros.
Pentateatre: Se rompe del todo la cuarta pared. A la gente le coge por sorpresa. En nuestro caso, no paramos de introducir cosas que pasan en el momento. La obra cada día tiene elementos nuevos. La premisa es que sea lo más real posible. Si un espectador le da una naranja al actor porque él ha pedido si tenían comida, al actor no le queda más remedio que comérsela la. Esta obra no la puede hacer cualquier actor, se necesita rapidez e inteligencia. Hacemos creer a la gente que improvisamos muchas cosas, pero a la vez tenemos unos pactos internos que hacen que la obra parezca que está muy viva y que todo fluya con naturalidad, pero no salimos nunca de la línea. Al público es como si el si hiciéramos un Knock Out, muchos salen descolocados.
Roser de Castro: El público nos comentaba que tenía la sensación de haber entrado en la casa y la intimidad de aquella pareja (la pieza tiene un tono muy doméstico, va de un matrimonio que entra en crisis mientras prepara una cena). Como actor, en un espacio así, en todo momento ves el público, las caras, las reacciones, por lo tanto las acabas sumando a la pieza. Hay una escucha brutal entre el público y el intérprete.
¿FUNCIONA IGUAL FUERA QUE DENTRO DE UN TEATRO?
Marc González: Sí, rotundamente, y de hecho tenemos ganas de probarlo, porque mucha gente que ha visto la obra y también el propio equipo no lo ven muy claro, porque tendemos a acostumbrarnos a lo que tenemos, pero el obra se podría adaptar perfectamente, lo tengo clarísimo. Desde hace 3 años, con Pentateatre hemos cambiado de muchos espacios para hacer los Pentateatres y me ha tocado adaptar mis obras en diferentes espacios, y siempre ha funcionado. Si el texto funciona, lo único que tienes que hacer es poner a tu servicio las virtudes del nuevo espacio. Si lo logras, tendrás una nueva obra y eso es lo mejor que te puede pasar, que teniendo el mismo texto puedas llegar a hacer obras diferentes. Es la magia del teatro y lo que hace que se diferencie del todo del cine.
Estel Solé: Es diferente a la hora de enfocar la dirección para que una casa te plantea un nivel de realidad tan bestia y tienes la gente tan cerca que no lo puedes hacer al igual que en un teatro. Esta realidad y cercanía exigen menos para mostrar verdad.
Roser de Castro: Sí, perfectamente. El ajuste habría que hacerlo a nivel interpretativo. Al ser un espacio tan pequeño, tanto el Ramón Garrido como yo apostamos por una interpretación casi cinematográfica, muy al detalle, con mucha verdad. Cuando tienes el público tan cerca no hay nada en tu actuación que pueda falsear. Un espacio más grande, o un escenario a la italiana, te obliga a ampliar el foco de tu interpretación.
Joel Minguet y Paul Berrondo: Es como un concierto de flamenco. Cuando tú ves un concierto en un lugar super pequeño respiras los músicos, los tienes allí, todo toma un vuelo. Ahora bien, este mismo músico puede estar haciendo lo mismo en el Tarantos o en un lugar más grande y también funciona. El Club Marítimo nos ha servido para parir y presentar, pero la premisa en crearlo es que se puede hacer en cualquier lugar: en tu casa, en el Lliure, el Maldà o la entrada del Romea, cualquier lugar donde podamos ir con cuatro elementos. La idea es el espacio no nos limite para hacer lo que queremos hacer, que no es más que explicar la relación entre dos personas. A partir de aquí, sí la proximidad le da un vuelo diferente, pero puede funcionar en cualquier teatro, sólo hay que encontrar la manera de que el público esté cerca.
¿INNOVAR O EVITAR INNOVAR?
El hecho de innovar en los espacios donde se representa una obra, ¿es una manera de evitar tener que innovar con lo que ocurre en el escenario? ¿Es necesidad, voluntad artística o ambas cosas?
Marc González: No sé, no creo que una cosa excluya al otro. A la gente lo que le llegará es la historia, el cuento antes de ir a dormir. Me da igual donde me cuentes el cuento, pero que sea bueno, por favor. Se ha de innovar en todos los terrenos. Renovarse o morir. No puedes hacer una obra en un garaje y sólo por el hecho de que sea en un garaje permitirte el lujo de hacer la misma mierda de siempre ni esperar que por el simple hecho de hacer una obra en un jardín a la gente le encantará. Se debe investigar en el lenguaje escénico, siempre, estés donde estés. El espacio donde hagas la obra no puede ser una excusa, debe ser una necesidad. Si haces la obra en un espacio diferente que sea porque el texto que tienes entre manos cobrará más fuerza. Es un todo, no sólo es estar entre 4 paredes. No creemos que para que ahora sea habitual hacer obras en espacios no convencionales podemos hacer lo mismo de siempre, sino seguiremos sin entender nada de lo que está pasando.
Roser de Castro: Creo que no es excluyente. De hecho, sé que desde microculturas apuesta por nuevos formatos. Quizás donde se echa en falta más innovación es en la relación de la sala con el artista y con el público. Los espacios no convencionales como estos, curiosamente, tienden a ser conservadores en este sentido, a funcionar como una sala de teatro al uso. Quizás es aquí donde habría que innovar, en cómo se promocionan las piezas, cómo se reparten los beneficios… practicar una colaboración que vaya más allá de: «te dejo un espacio y tú llevas la propuesta». Habría que crear sinergias nuevas en este sentido.
Laia Alsina: En principio, el valor añadido de trabajar en un espacio no convencional no es el de ser los más originales del mundo (ya hace tiempo que existe este tipo de teatro, tanto en Cataluña desde los años 70, como en el extranjero , donde los programadores actualmente son mucho más valientes que aquí y apuestan por este estilo con normalidad), sino el de tratar el espacio donde se ubica la obra como un personaje más de la pieza, que le da sentido y la transforma. A kurva, hacíamos un espectáculo que pasaba en una carretera mientras los espectadores lo miraban sentados en el campo de enfrente. Este espectáculo sólo tenía sentido en ese entorno y hubiera sido imposible de hacer dentro de una sala teatral. Todo el espacio -carretera, campo, puesta del sol, coches, pájaros que se elevan, etc.- formaban la escenografía y explicaban el espectáculo y los personajes tanto o más que cualquier acotación a pie de página. En todo caso, lo interesante no es ver quién innova más, sino que se expliquen historias que interesen al público.
Texto y fotografías: Mercè Rubià / Fotografía de Animals de Companyia: Carles Fargas