La Sala Hiroshima acoge Constructivo, una obra-performance de Ernesto Collado y Piero Steiner. Hemos entrevistado a los dos creadores para que nos hablen de la obra, donde se transforman en dos obreros para criticar la esterilidad de la arquitectura moderna.
Constructivo surge de las ganas de comunicar de dos obreros: Rafa Lanza (Collado) y Luiggi Maestrini (Steiner). Dos trabajadores de la construcción que vivían en Ginebra, en un pequeño piso compartido con un turco y un polaco, explican los creadores. Construían el acelerador de hadrones: estuvieron siete años construyendo algo que no comprendían.
Teatre Barcelona: ¿Se puede construir algo que no se comprende?
Ernesto Collado: Sí. Prácticamente el 90% de las cosas que se construyen no hay manera de comprenderlas, no hay ninguna utilidad.
TB: ¿Por qué elegisteis la construcción como eje central?
E. C: Todos estamos construyendo sin parar, constantemente. Incluso la gente que duerme colabora en la construcción de este mundo, solo que nosotros (los obreros) lo hacemos físicamente. Constructivo habla de esta obsesión: construimos tanto que no nos da tiempo de habitar. No podemos “estar” porque estamos totalmente obsesionados con “ser”. Que si identidad colectiva, que si som catalans, que si españoles, europeos, árabes, musulmanes…
Piero Steiner: El mayor problema de los lugares en los que estamos es que nos anulan, anulan nuestra personalidad. Y es entonces cuando no podemos comunicar y estar en contacto con las otras personas, que es un poco otro tema del que habla la obra.
TB: ¿Y el nombre?
P.S: Se llama Constructivo, pero de lo que tenemos necesidad y ganas es de derrumbar. Durante un tiempo se llamó Demoledor, que pronto será otra obra.
E. C: Finalmente lo llamamos Constructivo porque es más esperanzador: no solo se trata de criticar esta arquitectura estéril que nos rodea, que no sirve o que no comprendemos, sino también de proponer formas de habitar. Nos preguntamos cómo queremos habitar los espacios que nos han puesto: ya que están, ¿cómo queremos vivir esta vida?
TB: ¿Y cómo sabemos cuando estamos habitando?
E. C: Sabemos que estamos habitando cuando precisamente nos olvidamos de ello. Habitas cuando de repente eres capaz de ver a esa pareja de gente mayor que pasa por la calle y de emocionarte con el tacto y el cariño con el que la mujer que le toca el brazo. Cuando eres capaz de viajar con una obra de arte, con un cuadro, con una foto. Cuando realmente estás en los sitios, la conciencia desaparece, se esfuma.
P. S: Hemos visto qué es lo que nos hace menos personas, una serie de lugares y sitios, de nosotros mismos y de la arquitectura, que destruimos y machacamos en el espectáculo para crear un vacío, un lugar donde se pueda imaginar. Y ahí nos sentimos más unidos, más en contacto y más personas.
TB: ¿Como se articula la obra?
E. C: Hay un espacio grande de improvisación alrededor de una estructura, se reinventa cada noche. No hay un texto, sino unas ideas básicas sobre las que conversamos e invitamos al público a que forme parte de este juego de cuestionarnos conceptos para poder habitarlos. Conceptos como el miedo, la necesidad, la suerte, lo frágil.
TB: Y partiendo del urbanismo llegamos a estos conceptos.
E. C: Son dos obreros con curiosidad, que plantean interrogantes, y hablando de arquitectura consiguen hablar de la muerte, de la amistad, de la necesidad, de la soledad. Si tuviera que decir cual es para mi la joya de la pieza, lo que nos tiene enamorados, es esto: que hemos encontrado una formula muy sencilla de hablar de cosas universales. También hay una energía revolucionarla, sin aseverar, de querer tirarlo todo abajo, pero para entender, para tener un espacio vacío.
P. S: Hay publico que se quedará con un mensaje y se llevará preguntas a casa. Otros, tendrán una experiencia personal de catarsis al recordar a la madre o al padre, que todos tenemos. Lo bonito es que cada persona sale con una sensación diferente, pero no indiferente.
TB: ¿Hay interacción con el publico?
E. C: No es un espectáculo participativo, pero al estar el público dentro del espacio escénico, forman parte de la escena. Y, de hecho, forman parte porque Rafa y Luiggi están haciendo esto para toda esta gente. Como publico la experiencia es muy distinta a estar en una grada, la acción ocurre en cualquier lugar y formas parte de ella.
P. S: El público está con nosotros, se mueve en el espacio con nosotros, es como un pequeño ritual, un encuentro, un momento de unión surgido de la necesidad de vivir el presente.
TB: Y para vosotros también debe ser diferente, al no tener esa pared.
E. C: ¡Es muy diferente! Tanto que cuando cambia el espacio y la gente se distribuye de una forma que no corresponde con la estructura, la pieza se convierte en otra cosa. Lo sentimos muy distinto.
P. S: Es interesante porque transformamos Constructivo según si estamos en un teatro, una plaza o una sala. Siempre nos lo hemos imaginado en cualquier lugar, como un supermercado, un gimnasio, un bar. Pero Hirsohima es un espacio ideal.
TB: ¿Se adapta el guión y la experiencia a la ciudad o pueblo donde tiene lugar?
E. C: Sí. Es cierto que en cada ciudad hay una realidad urbanística con la que nos metemos, interrogamos a la gente para saber qué pifias arquitectónicas hay que nadie comprenda, que se han realizado con dinero publico y sin dar ninguna explicación, y además son problemáticas. Hay a patadas, especialmente en España. Tienes el puente de la Zaha Hadid en Zaragoza, cerrado, o el puente de Calatrava en Bilbao, con una superficie de vidrio en la que la gente se resbalaba y al final tuvieron más demandas de roturas de tibia y peroné que en toda la historia…
TB: ¿Nada se salva?
E. C: Estuvimos interpretando en La Pedrera, y el edificio de Gaudí nos hizo cambiar gran parte del discurso porque considerábamos que Gaudí es uno de esos arquitectos que estaba conectado con algún tipo de alma o alguna conexión superior. Estás allí, y todavía hoy en día, piensas: vivir rodeado de belleza hace la vida mucho más fácil.
TB: ¿Qué derrumbáis, de Barcelona?
E. C: Atacamos el Fòrum de les cultures y lo conectamos de forma curiosa con la torre Agbar y el hotel Vela: la teoría de Piero es que la placa fotovoltaica del fórum alimenta la luz de la torre Agbar o calienta el desayuno del hotel, porque están todos conectados. ¡Aquí hay un chanchullo…! (ríe) También consideramos que el hotel Vela se ha cargado una raza autóctona: por su culpa se han extinguido los pescadores del espigón. En definitiva, se han cargado una zona popular a la que iba la gente a no hacer nada, ¡porque los pescadores iban a dedicar tiempo a la meditación! Además, han ayudado al freno del crecimiento demográfico porque el espigón ha sido siempre un lugar al que ir a echar un polvete…
TB: ¡Cuantas repercusiones!
E. C: Siempre tratamos de darle esta parte humana, de cómo una intervención urbanística se puede cargar un tejido humano construido durante años y años. Y todo por un tío que ha querido montar el hotel mas raro del mundo para que vayan cuatro millonarios. Rafa y Luiggi trabajan con cemento, pero en el espectáculo trabajan con el humor y el absurdo, porque es la única manera de abordar estos temas.
TB: Humor y absurdo, una gran pareja.
P. S: Hay varios momentos de la obra con humor, cómicos. La comicidad es necesaria para salvarse.
E. C: El humor es el lenguaje que mejor entendemos, pero no de la broma, el gag o el chiste. Sino que sucede porque son dos personajes que se lo miran todo desplazadamente, con un punto de vista que sorprende, magnifica las cosas comunes. Todo lo hacen muy en serio, pero el resultado tiene comicidad y absurdo, un punto de delirio que se contagia, como un degoteo. La gente vive de forma muy intensa ver estos personajes en la dificultad de explicar estos conceptos. Y también es especial por la cantidad de humanidad que desprende, sin que nos lo hayamos planteado. Genera al público la sensación de haber estado con dos humanos. No es teatral, es muy real, estamos aquí.
Texto y fotografías de la entrevista: Neus Riba
Fotografías del espectaculo: Sala Hiroshima