La novela La madre de Frankenstein de Almudena Grandes resuena en un montaje de cuatro horas en el Teatre Nacional de Catalunya gracias a la dirección de Carme Portaceli y las principales interpretaciones de Blanca Portillo y Pablo Derqui. La actriz madrileña encarna el papel de Aurora Rodríguez Carballeira, una parricida paranoica, inteligentísima, enferma. Desde el manicomio de mujeres de Ciempozuelos, la obra nos transporta a una España gris y silenciosa, la de los años cincuenta, donde proliferaron barrotes invisibles y una miseria más allá del material, desgarrador e insondable.
Teatro Barcelona: Se ha reencontrado con Carme Portaceli después de Mrs. Dalloway de Virginia Woolf. Portaceli es una maestra especializada en las adaptaciones teatrales de grandes relatos narrativos.
Blanca Portillo: Volver a trabajar con Carme ha sido un lujo, una alegría. Nos entendemos, nos amamos, nos respetamos y tenemos muchísimas cosas en común. Y en este caso, abrazar un texto basado en la novela de Almu es muy especial. Ambas le amamos y le admiramos mucho.
Ojalá Almudena pudiera verla, ¿no?
Estamos seguras de que le gustaría muchísimo, hemos sido fieles a la novela.
¿Recuerda lo primero que leyó de Almudena Grandes?
Fue Atlas de la geografía humana.
De entre todas sus novelas, ¿por qué La madre de Frankenstein?
¡La novela me dejó atónita! Lo compartí en las redes sociales y poco después nos conocimos personalmente.
¿La madre de Frankenstein es un homenaje a todas aquellas mujeres que no pudieron disfrutar los aires de libertad de la Segunda República y los años de democracia?
Es un homenaje en la medida en que explica lo que les pasó. Los años cincuenta, que curiosamente tienen tan buena prensa, parecen años pacíficos, pero en realidad fueron años silenciosos, de un país aterrorizado, de gente que no se atrevía a hablar, porque esa fue la cosecha del terror. El resultado de los años del terror, en los años cuarenta, fue el silencio de los años cincuenta. Era una sociedad muy asfixiante, porque la unión de la Iglesia católica y el estado franquista dio como resultado un país en el que todo era pecado y todos los pecados eran delito.
¿Cómo describiría a Aurora Rodríguez Carballeira, su personaje?
Aurora Rodríguez Carballeira fue un personaje lleno de luces y sombras, llena de detalles que fascinan y asustan. Es una superdotada, pero tiene problemas mentales… Es un mundo tan atractivo como un agujero negro… No es sólo la asesina de su hija, es alguien con la mirada puesta en el futuro, convencida de que tiene una misión en el mundo, que el destino de la humanidad está en sus manos. Piensa que su hija es el proyecto de vida y, como piensa que le ha salido mal, la mata.
«La madre de Frankenstein es un viaje a nuestro pasado y las terribles secuelas que nos ha dejado»
Eran años en los que se defendía la teoría de la eugenesia, la teoría según la cual se podían manipular a los niños para acceder a una mejora de la especie humana.
Aurora buscó los genes adecuados para concebir a una hija perfecta. A sus 17 años Hildegart Rodríguez ya destacaba por su talento. Acabó logrando un papel importante dentro del PSOE y distintos movimientos de izquierdas, intercambiaba correspondencia con personalidades europeas como H.G. Wells y luchaba por la liberación sexual. Hildegart llegó a ser una brillante intelectual durante la República y la abogada más joven de España, pero quiso ser libre y la madre la mató a sangre fría.
Aurora es como una especie de perversión de la mujer empoderada.
Piensa que nadie la quiere, que todo el mundo la persigue. Se cierra en sí misma, no quiere hablar con los médicos y siente nada menos que la persiguen las potencias internacionales. Encuentra a Germán, el joven psiquiatra, algo de comprensión y cariño.
Según Carme Portaceli, «esta obra es el retrato de un país en los años cincuenta en el que las diferencias sociales e ideológicas son lo que determinan las relaciones humanas y donde la sociedad es muy cruel».
Estoy completamente de acuerdo. La madre de Frankenstein es un viaje a nuestro pasado y las terribles secuelas que nos ha dejado. Necesitamos limpiar con el pasado para poder mirar adelante con serenidad.
En escena apenas hay nada, es un manicomio y el pequeño mundo de la señora Aurora.
Un manicomio como metáfora de un país con restricciones de todo tipo y con carencia de empatía. Almudena habla de nuestro país, de dónde venimos, de nuestras raíces, maneras de pensar, todo nos interpela directamente. Una clausura, con unos que mandan y otros que obedecen porque tienen miedo y no pueden escapar.
Ahora vivimos en un manicomio a cielo abierto y ¿no nos damos cuenta?
No podemos correr ese riesgo. Si fuéramos más empáticos y miráramos más hacia fuera, más allá de nosotros mismos, viviríamos en una sociedad más bonita y menos acomplejada.
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