NATALE IN CASA CUPIELLO

Belén napolitano, tradición catalana

Sería excesivo insinuar que Eduardo De Filippo es casi un dramaturgo catalán, pero sí es cierto que su manera de entender la familia, la fragilidad humana y la comedia encuentra en nuestras tierras un reflejo preciso. Quizá por eso Natale in casa Cupiello arraiga en Barcelona con una naturalidad contagiosa. La Perla 29 y Oriol Broggi nos ofrecieron por primera vez la adaptación del título en 2010 y la recuperaron en 2012; este año vuelve convertida en un reclamo navideño, todo un comodín de repertorio.

Ciudad de excesos y de una belleza ajada, Nápoles comparte con Barcelona una manera de entender el caos doméstico y la ternura que esconden las familias imperfectas. Estrenada en 1931, Natale in casa Cupiello arranca como un sainete tradicional: un hogar modesto, sus miserias y un padre obsesionado con la perfección de su pesebre, un ritual napolitano pero también una tradición muy viva en la cultura catalana. No es extraño, por tanto, que esta obra nos resulte cercana por su carácter popular y netamente mediterráneo. La construcción de Luca, el patriarca tierno y torpe, exige un actor que domine un registro cómico entre la farsa y la vulnerabilidad —como Pep Cruz borda en la versión de La Perla—, un arquetipo que encajaría como un guante en la mejor tradición de nuestro humor, el que va de Josep Santpere hasta Capri, y que el propio Joan Pera mantiene vivo hoy dia.

La proximidad del costumbrismo permite imaginar la acción trasladada fácilmente a cualquier comedor catalán de mediados del siglo XX: padres aferrados a tradiciones inmutables, hijos que aspiran a un ascenso social y un hogar que se convierte en un vodevil de puertas que se abren y se cierran sin descanso. Se trata de una obra primeriza, sí, pero que catapultó a la compañía de los hermanos De Filippo hacia el reconocimiento masivo. La comedia se escribe con una aparente sencillez que ya contiene las constantes del estilo filippiano: precisión psicológica, humanismo y una sensibilidad social que nunca cae en el sermón. El autor depuró su teatro hasta convertirlo en un referente internacional sin renunciar jamás al localismo, a la lengua viva ni a la potencia emocional. Son ejemplos de ello otras obras famosas como Questi fantasmi! (1946) —también en el repertorio de La Perla— y L’arte della commedia (1964), que el TNC montó hace una década.

¿Por qué nos resulta tan familiar la cena de los Cupiello? Porque intuimos en ella el rastro de lo que podría haber sido nuestra propia tradición escénica de no haber quedado interrumpida: la de Santiago Rusiñol e Ignasi Iglésias. Si pensamos en la Barcelona de antes de la Guerra —con un teatro de personajes y de público popular— entenderemos aún más esta afinidad. Según Broggi, la obra no se ha “catalanizado” y “tampoco se echa en falta”, porque nos interpela igual desde su marco original. No en vano, la versión de la compañía valenciana del Teatre Micalet atesora seis temporadas navideñas consecutivas. Valencia también es bastante napolitana.

Quizá por eso, cuando asistimos a Natale in casa Cupiello, tenemos la sensación de que la larga via Spaccanapoli continúa y conecta con la calle Nou de la Rambla o la carretera de Sants. Que, pese a la distancia, compartimos una manera casi idéntica de hacer ruido, de montar el pesebre.

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Escrito por

Periodista especializado en artes escénicas. Director de la revista Entreacto y crítico teatral de El Periódico de Catalunya.

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