Cuando en 1996 abrió en Sant Esteve de Palautordera el Centre de Recerca de les Arts del Circ (CRAC), Tortell Poltrona (Jaume Mateu) pensaba en su hijo Blaï Mateu para ayudar a estirar el carro y quién sabe si también para tomar algún día el relevo del Circ Cric. Un Blaï todavía adolescente ya había dado algunos pasos como payaso, pero quería una buena formación y tenía entre ceja y ceja ir a estudiar a Francia, donde el circo dispone de escuelas de prestigio. Dicho y hecho, se marchó al país vecino.
En las pruebas de acceso a la École Nationale des Arts du Cirque de Rosny-sous-Bois, ocurrió un hecho que le cambiaría la vida a él, a su familia y, seguramente, también al circo contemporáneo. Blaï conoció a Camille Decourtye (Pithiviers, Francia, 1978), una joven francesa de 17 años, hija de una maestra y de un granjero adiestrador de caballos, que después de terminar estudios de bachillerato buscaba encontrar un camino a la vida . Ya en la escuela, la pareja creó el primer espectáculo, Os zingos, y viajó a Bosnia con Pallassos sense Fronteres.
Después de los dos primeros años en Rosny, completaron su formación en el Centro National des Arts du Cirque (CNAC), en Châlons-en-Champagne. Allí crearon, todavía como estudiantes, la compañía Baró d’Evel, nombre que eligió Decourtye porque era la expresión que utilizaban en su casa para recordar el mundo itinerante que había vivido con su familia.
Poco antes de terminar el curso, hicieron una estancia en el Circ Cric para ensayar y crear ¿Por qué no?, el primer espectáculo de la compañía. Corría el año 2000 y Baró d’Evel estaba formada por Julien Cassier, Adrià Cordoncillo, Mathieu Levavasseur, Nicolas Lourdelle y, evidentemente, Blaï Mateu y Camille Decourtye.
Después de estos inicios, vinieron los espectáculos Petit cirque au marché (2005), Ï (2006) —el espectáculo en solitario de Blaï Mateu sobre los exiliados—, Le sort du dedans (2009) —primer espectáculo en carpa y con animales— y Mazùt, estrenado en 2012 y que ahora, nueve años después, se verá en el Teatre Lliure. Mazùt nació del dúo de Blaï y Camille, pero la solidez de la pieza permite a la compañía plantearse su primera experiencia de transmisión de un repertorio con los intérpretes Marlène Rostaing y Julien Cassier.
Después de Mazùt vendrían otras joyas escénicas, como Bèsties y el díptico Là, sur la Falaise. Baró d’Evel cautiva por su intimidad y fragilidad, por la creación de universos y por unas preguntas que nos desnudan. “¿Qué buscamos exactamente?”, se preguntan en Mazùt. O “¿Quieres que no hagamos nada?”, se interrogan en Là. Sus espectáculos son un torrente de emociones humanas y expresividad. Una compañía que maravilla en todo lo que hace y que todavía tiene que escribir muchas páginas de oro de la creación contemporánea.
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