«Todas las familias felices se parecen; cada familia infeliz lo es a su manera». Con esta reflexión, Lev Tolstói (1828-1910) abre Anna Karènina, su novela más famosa, un enigma importante que desde su publicación en 1877 sigue siendo relevante en nuestro tiempo. Plantea dudas y cuestiona qué vida merece ser vivida. Por un lado, la estabilidad de un amor conyugal moderado, el tedio de una vida ordenada y sin estímulos; por otro, la seductora llamada de la libertad sin restricciones, del deseo y la pasión que nos hacen sentir más vivos que nunca, pero también más frágiles, incluso hasta nuestra propia destrucción. Carme Portaceli dirige esta adaptación teatral de la obra de Tolstói y lleva a Anna Karènina al escenario para que sea juzgada, aunque dándole la oportunidad de explicar qué ocurrió realmente y cómo se sintió. Ariadna Gil encabeza el elenco en un montaje que, para reforzar la vigencia del clásico en la actualidad, opta por una puesta en escena sencilla, sin vestuarios de época ni elementos que remitan a finales del siglo XIX. Las vías del tren, que abren y cierran la historia, configuran la escenografía principal.
Teatre Barcelona: Con Carme Portaceli ya trabajaste en Jane Eyre, de Charlotte Brontë, en 2017 en el Teatre Lliure, y ahora repites con Anna Karènina, de Lev Tolstói. Dos grandes personajes.
Ariadna Gil: Así es. Pocas veces tienes la oportunidad de hacer algo que te cambie profundamente. Jane Eyre y Ana Karenina son dos personajes muy distintos, con intensidades diferentes, pero que a mí me han conmovido de una manera extraordinaria y siempre me acompañarán.
¿Qué significa interpretar hoy Anna Karènina?
Los temas de hoy son los mismos que hace 150 años. La búsqueda de la felicidad, intentar comprender nuestra existencia y darte cuenta de que las cosas no han cambiado en muchos aspectos. Me refiero a la mirada social, que sigue siendo diferente hacia un hombre o una mujer que han hecho lo mismo. Resumir lo que Tolstói plantea en esta novela es muy difícil porque abarca muchísimo, pero creo que el tema que sobrevuela toda la historia es el sentido de la vida y la búsqueda de la felicidad, con el amor como elemento esencial en esa búsqueda de lo que nos hace felices y da sentido a nuestra existencia. Es un tema que, a pesar de los siglos, sigue interpelándonos: ¿por qué estamos aquí?, ¿dónde estamos? Y seguimos sin encontrar respuestas.
«Las dos personas que amo en este mundo son mi hijo y Vronski». Ambos son incompatibles. No hay solución, o quizá sí: la muerte.
En el caso de Ana, se enfrenta a una disyuntiva brutal: vivir y amar o continuar con una vida que no la satisface en absoluto, a pesar de estar cerca de su hijo. Es una tragedia. Elegir entre quedarse con su hijo o vivir su pasión amorosa, su búsqueda de felicidad, provoca que entre en una espiral de inestabilidad.
«Los personajes son de una riqueza y complejidad extraordinarias.»
Anna lo dice a Vronskij una y otra vez: no hay que avergonzarse de nada, porque su amor es verdadero y, por tanto, legítimo. Para ella, ¿la humillación habría sido permanecer en el matrimonio, para conservar las apariencias?
Creo que Tolstoi también habla mucho de hasta qué punto seguimos nuestra voluntad, o hay un destino que nos lleva o no debemos seguir ese tipo de destino que se presenta, hasta qué punto somos nosotros los que escogemos y tomamos las decisiones o son las cosas que nos pasan y después las pensamos. Creo que en este caso es un personaje que, como nos ocurre a nosotros, a veces actuamos impulsivamente sin saber por qué y después encontramos la razón o intentamos justificar por qué hemos hecho lo que hemos hecho, por qué hemos seguido según qué instinto, según qué, y después pensamos que no lo hemos decidido nosotros, hasta qué punto lo has decidido tú, ha sido un acto imposible de detener o que no has querido detener. Todo esto también sobrevuela en la historia y en estos personajes que son de una riqueza y complejidad bestiales.
Anna es víctima de esos ojos que la juzgan con una vara diferente a aquellos con los que juzgan Vronskij, porque siendo mujer, tuvo la pretensión de ser libre, de decidir quién amar.
Sí, está muy presente lo que era la sociedad en ese momento, la sociedad rusa en ese momento, la posibilidad de divorciarse o no y cómo, las custodias de los hijos, de todo esto se habla mucho también en la novela y es algo que también atraviesa los siglos; se sigue viendo diferente a una mujer infiel que a un hombre infiel, juzgando de diferente manera el comportamiento de una mujer que está con muchos hombres o de un hombre que está con muchas mujeres, no sabemos por qué sigue siendo así.
Desear vivir en libertad tiene un coste.
El aislamiento en el que se encuentra el personaje es una de las cosas más espantosas que pueden pasar a una persona. Quedarse aislada porque lo ha depositado todo en el amor y lo que vive. Y si esto no funciona, esto no sale bien, estar sola, estar aislada, que todo sea la vida de aquella persona y no la suya, esto crea un desequilibrio, una depresión en el fondo, tremenda, porque no hay nada peor que quedarte sola.
Tolstoi nunca juzgó a Anna Karenina.
A diferencia de nosotros, que juzgamos continuamente lo que hacen los demás, como son, por qué han hecho esto… En cambio, Tolstoi no juzga a nadie, no hay buenos y malos, de una manera muy directa nos interpela.
¿Qué te pasa por dentro mientras interpretas a Anna Karènina?
Es un conjunto de cosas muy fuertes, todas y que van cambiando. Es decir, también el proceso de ensayo vas construyendo poco a poco, tienes tantísima información, porque la novela te da tantísima información de lo que piensa, de lo que siente, de cómo es, de cómo te ven los demás, de todos los personajes principales, que de alguna forma hemos ido construyendo y finalmente hacemos una versión, hacemos una interpretación. Es imposible contar la novela, la novela es una obra maestra y creo que aquí es la versión de Carme Portaceli y cómo quiere contar esta historia que a ella la toca de una manera especial.
A Carme Portaceli le gusta pensar el teatro con toda su implicación social y política. ¿Qué dimensión adopta esta adaptación en la Sala Gran del TNC?
Es una versión muy desnuda. Bien, son los siete personajes principales quienes cuentan la historia y después hay un personaje que de algún modo está sobrevolando y acompañando a estos personajes. Una mirada muy particular entre Tolstoi y la conciencia de los personajes que nos permite interactuar también con nosotros mismos. Después es una función que hemos hecho mucho también hacia el público, es decir, creo que básicamente es una historia que busca entendernos a nosotros mismos y no adentro, sino haciéndonos preguntas. La novela te hace muchas preguntas, o te provoca muchas preguntas, mejor dicho. Y creo que así es como la defendemos, haciéndonos cuestiones y preguntando también al espectador por qué nos pasa lo que nos pasa.
Da la sensación de que en los últimos años el teatro es tu prioridad. ¿Acaso ahora te presenta más retos que el cine? Hacer obras de Shakespeare, Chéjov, un monólogo de Marguerite Duras, Tolstoi…
Sí, [ríe] grandes retos, sin duda. Retos mucho más bestias y mucho más interesantes, realmente sí.
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