Àlex Rigola: "La cultura permite volvernos a conectar con la belleza"

Redacció

Por Oriol Puig / @ori_uri

Sin perder un ápice de la actitud que la ha convertido en un gran director de escena, Àlex Rigola ha ganado al público y ha reivindicado los clásicos (Shakespeare, Brecht, Chejov). Pero también ha reivindicado, con toda la energía posible, el poder del teatro. Rigola en estado puro: persistente en su alma de dramaturgo, explorador de públicos, propone el flamante festival Clàssics, Projecte Bellesa, una instalación teatral participativa que ha concebido junto con la fotógrafa Tanit Plana. Lo que podemos hacer es dejarnos llevar, abrir bien los ojos, parar las orejas y vivir la experiencia de la belleza, ya sea participando o simplemente observando.

Àlex Rigola, creador de la instalación teatral ‘Proyecto Belleza’

Teatre Barcelona: La creación y la búsqueda de la belleza es un instinto de la condición humana. Pero, ¿qué es la belleza?

Àlex Rigola: Para mí, la belleza tiene mucho que ver con el placer. Este placer puede ser estético pero también puede manifestarse de otras maneras. Entiendo la belleza como lo que me proporciona placer, que me eleva. Un poema, por ejemplo, puede contener belleza, la propia forma del poema, puede producirme belleza por su contenido. No entiendo la belleza estereotipada.

«Lo que es bonito es feo y lo feo es hermoso», hace decir Shakespeare con voz de hechizo a las brujas de Macbeth. La belleza es relativa?

También, podemos afirmar que, a lo largo de una vida, y en diferentes circunstancias el transcurso de la misma, el concepto de belleza cambia. La belleza es efímera, dura un cierto período en el tiempo y depende de muchas circunstancias.

¿Cuál sería el canon que mejor define actualmente la belleza?

Precisamente, Projecte Bellesa, nace de la necesidad de que la belleza quede reflejada entre todos y todas. Lo que pedimos o ofrecemos al público es una pequeña experiencia de cinco minutos alrededor de la belleza a través de un espacio, de un texto, de unos sonidos … Proponemos una instalación teatral participativa que, a partir de una pequeña historia, trasladará a los espectadores reflexiones sobre la belleza, y les pide que representen personalmente lo bello mediante una fotografía que cada uno de ellos hará a un cuerpo humano.

La fotógrafa Tanit Plana es la cocreadora de este proyecto que forma parte del festival Clásicos

 

Nuestra sociedad debe recuperar con urgencia la belleza? Como puede contribuir el teatro?

La cultura en general es una manera de ampliar nuestro campo de conocimiento. Para poder lograr su objetivo, la actividad económica se refleja en el materialismo y ha hecho desaparecer totalmente la espiritualidad. Las mismas religiones han hecho un uso y abuso de esta espiritualidad favoreciendo al materialismo. La belleza y la espiritualidad han quedado relegadas en un segundo plano para todas estas religiones. La cultura permite volver a conectar con estas ideas que la propia poesía, por no hablar de la naturaleza, puede reconocer perfectamente. Lo que te eleva, lo que te puede llevar en otros territorios, gracias a la forma y el contenido.

Cuando hoy se habla tanto de vacío ética, o de crisis de valores, tal vez deberíamos empezar a plantearnos si lo que hay es una falta de sentido estético de la existencia?

Me pregunto si los cánones serán los clásicos o pueden ir un poco más allá. Hasta qué punto estos cánones son el reflejo de la propia naturaleza. La belleza se produce muchas veces en estos espacios naturales, los identificamos, los vemos, muy claramente. La ética, en cambio, iría por otro lado. No estoy diciendo que la ética no me dé placer pero me queda un poco lejos de lo que me produce un estado casi espiritual. Es verdad que la espiritualidad puede conllevar una ética pero yo creo que tiene una relación mucho más directa con la naturaleza. No sólo estamos hablando de formas.

En noviembre estreno en Temporada Alta y en enero en la Beckett, Aquest país no descobert que no deixa tornar de les seves fronteres cap dels seus viatgers, una propuesta de teatro documental centrada en las vivencias «reales» de su protagonista, Alba Pujol. ¿Qué nos puede adelantar?

La Sala Beckett me ha invitado a hacer una reflexión sobre la muerte. Considerando que el padre de Alba, José Pujol, convive con el cáncer y su tratamiento, aprovechamos una persona que se encuentra en unas circunstancias muy concretas para reflexionar sobre la propia vida. De la muerte sabemos muy poco, de la ausencia de vida un poco más. El final sólo podemos hablar de la vida y como somos. Aprovechamos una persona con un amplio bagaje que se encuentra en esta situación, no tiene nada que esconder, para hacerle preguntas y que él pueda expresarse. Josep Pujol, doctor en economía y catedrático en historia e instituciones económicas, reflexiona sobre la vida con su hija entre sesión y sesión de quimioterapia. Son conversaciones que mantuvimos hace dos meses y que se convirtieron en ciento ochenta páginas escritas. De ahí nació la pieza donde la misma Alba Pujol conversación con su padre que interpreta Pep Cruz. Todo es verdad. Sólo pasamos la criba dramatúrgico.

Desde hace unos años, Àlex Rigola está explorando una nueva relación con el público a través de obras de pequeño formato. Ha renunciado al teatro de gran formato?

Si estamos hablando de salas de quinientas personas, honestamente, no me interesa en este momento. Me gusta esta proximidad con el espectador. Me gusta tenerlo cerca. De alguna manera en los últimos espectáculos de gran formato me notaba muy lejos del espectador. No le estaba ofreciendo lo que quería. Esto no quiere decir que no pueda hacer teatro en un formato medio. En marzo nos veremos en La Villarroel con La Gavina de Chéjov. Aún mantengo puntos de conexión con el teatro clásico pero disfruto mucho ofreciendo experiencias personales.

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