Actor, cómico y guionista, Agustín Jiménez llega esta vez a la cartelera de Barcelona como parte del reparto de Ben-Hur, una comedia ideada i dirigida por Yllana a partir de la popular novela de Lewis Wallace.
AGUSTÍN JIMÉNEZ: La idea de hacer Ben-Hur en teatro tiene que ver con los avances tecnológicos y con las nuevas maneras de atraer al público a las salas. En la época que se estrenó la película de William Wyler, el cine trataba de competir con la televisión. Siempre que se hace algo grande, tiene unas motivaciones similares. En nuestro caso, creo que es un proyecto cómico que, más allá de la pantalla gigante, es todo un espectáculo visual enmarcado dentro del género del péplum.
TEATRE BARCELONA: ¿Te sorprendió cuando te ofrecieron el proyecto?
Viniendo de Yllana, no. Ya les he visto hacer obres sobre el espacio, posesiones satánicas, historias del oeste, toros… Así que no me sorprende que ahora hagan una de romanos. Me gustó, además. Yo también soy de pensar a lo grande. Me parece gracioso. Yo haría Superman. El musical.
Quizás la propuesta puede recordar, en algunos aspectos, a La vida de Brian de los Monty Python…
Totalmente. El personaje de Ben-Hur es, en cierta manera, un referente mesiánico para los judíos. Como ellos no creen en el nuevo mesías, Jesucristo, encuentran en él una figura que les parece equivalente. Es un príncipe que lucha contra los romanos pero de verdad. Es fuerte y les gana. Es un relato más populachero comparado con el mensaje cristiano. Pero, en cualquier caso, tiene una historia paralela a la vida de Cristo, incluso coinciden y tienen la misma edad, igual que sucede en La vida de Brian.
Sin embargo, vuestro espectáculo es apto para todos los públicos, ¿no?
Sí. Si yo tuviera un hijo pequeño al que le gusten los reyes magos, las batallas de barcos, las carreras de cuadrigas, las peleas de romanos, los espectáculos visuales o la pantomima clásica, lo llevaría a verlo, sin duda. Ben-Hur tiene todo eso. Y, además, tiene reivindicaciones sobre todos los derechos que, por suerte, recientemente, se están reclamando con mucha más fuerza: derechos de género o de libertad sexual, entre otros. Por ejemplo, la historia de amor que tienen Messala y Ben-Hur, algo que está en la novela y que en la película se intuye. Así que el montaje tiene capas para todas las edades y tipos de público.
Con estas reivindicaciones, ¿buscáis que la historia resulte más actual?
Casi todas las obras de teatro que quieren ahondar en un mensaje o trascender más allá de la simple bufa tienen que tener un contenido. Pero no creo que se trate de actualizar nada. En realidad, todos esos temas han estado ahí de alguna manera desde siempre. Se repiten continuamente porque son universales.
¿Qué significa para ti trabajar con Yllana?
Ya he trabajado con ellos alguna vez. Me hacen sentir muy a gusto. También por eso me han vuelto a llamar, yo creo. Me alegro de que hayan contado conmigo. Además, han ido añadiendo cosas al show en función de lo que veían que yo era capaz de hacer: escenas de riesgo o de especialista. Prácticamente, me juego la vida. (Risas)
¿Qué es el teatromascope?
Es una pantalla muy grande que está puesta al fondo del escenario y los actores nos coordinamos con las imágenes que aparecen en ella. Hace de decorado pero también aporta el movimiento junto a la acción. De esta manera, la sensación del espectador es que es como el 3D pero sin gafas. Creo que es una respuesta a un mundo cada vez más audiovisual pero buscando ese lugar común para integrarlo en la experiencia teatral. La carrera de cuadrigas fue muy alabada cuando estuvimos en Mérida. Dijeron que estaba dentro de la épica de la película, cosa que no resulta nada fácil de conseguir.
Todo esto es como una gran aventura comparado con el mundo de los monólogos…
Yo soy actor y he hecho mucho teatro. Me gusta la vida en compañía. En los monólogos, tú creas la historia y eso es otro trabajo que tiene que hacer el espectador contigo. Además, es un formato que, muy habitualmente, llevo a salas y locales. Es un mundo muy diferente. Aquí, además, tengo todo el trabajo de creación de personajes. Normalmente, cuando haces un monólogo, hablas un poco desde ti mismo, de manera más naturalista. Lo que yo siempre digo es que puedes ser intérprete tú solo o estar en una orquesta. Así que, si sabes de música, cuanta más música sepas, más cosas te saldrán.
Como cómico y actor vinculado al humor, ¿crees que vivimos en unos tiempos con exceso de corrección política?
Yo creo que tienes que tomar partido. Te puedes quedar al margen pero sólo hasta cierto punto. Tu humor, como creador, es un reflejo de tu visión del mundo. Entonces, si tienes en cuenta los derechos humanos más básicos, eso se tiene que reflejar en tu humor. Creo que el tema de lo políticamente incorrecto es una gran arma inventada y una paradoja porque, igual que pasa con los límites del humor, si tú le dices a un cómico lo que está prohibido, obviamente, se acercará a eso de forma instintiva. Yo he ido revisando mi material y he llegado a la conclusión de que, según la ley mordaza, todavía vigente, yo podría haber ido muchas veces a la cárcel. Si algún día eso llega a pasar, que me metan en la cárcel. Yo no pienso ir a juicio. Me parece absurdo. Es un insulto al sistema judicial, gastar dinero en llevar a los tribunales a un payaso. Yo estoy haciendo mi trabajo y, a veces, gente que no entiende de sentido del humor, de comedia, dramaturgia, parodia ni de historia del cine se atreve a decirme cómo tengo que hacer un chiste. Entiendo que ser cómico o actor puede parecer anecdotario, como una afición, pero yo soy una persona formada. En fin, son los tiempos que nos han tocado vivir. Está en nuestra labor. El comediante tiene que seguir luchando.