5 miradas para cambiar el mundo

Alba Cuenca Sánchez

Este Griego, varias salas de la ciudad presentan estrenos y reposiciones creadas por mujeres. Aunque parten de temas y estilos muy diferentes, una mirada más atenta nos permite encontrar varios rasgos comunes: una fuerte impronta social, un uso de la escena para iluminar verdades incómodas y una propuesta de autochequeo y escucha.

Revolución en forma y contenido

Para hablar de nosotros, Carla Torres y Clara Manyós de La Peleona utilizan en Kentucky ha muerto el humor absurdo y la metáfora. Así, cuando un huevo decide no nacer, impulsa una revuelta para romper el orden establecido en el gallinero. «Todos los movimientos que empiezan súper bien llega un momento que se corrompen», dice Torres, que quería hablar con esta historia de los ciclos autodestructivos de la humanidad. Sin embargo, la creadora sigue intentando cambiar las cosas desde el teatro. Sacar adelante un proyecto con siete intérpretes ya es una pequeña revolución, incluso habiendo ganado la Beca Odiseo 2019 del Teatro Eolia: «No hay suficiente becas, y cuando las hay son insuficientes», dice con rotundidad. «Este año ha sido una aportación económica de 5.000 euros; en nuestro caso eran 3.700 … Te ayudan a poner en marcha el motor, pero es una producción deficitaria «, explica. Para complementar la beca han tenido que buscar otras fuentes, hacer aportación propia y, por supuesto, trabajar con ilusión, un término demasiado a menudo sinónimo de la precariedad. «No podemos pagar ni lo que se debería pagar, pero la gente sigue creyendo en lo que hacemos y eso nos da pilas para seguir intentando hacernos grandes», afirma Torres, que ya está preparando su nueva producción.

Kentucky ha muerto

Por su parte, y después de tratar el franquismo y la educación, Silvia Ferrando estreno Hernán Cortés se escribe con ñ, la tercera parte de la tetralogía de los rastros que se centra en la colonización. Después de un año y medio de investigación sobre las corrientes políticas, literarios, filosóficos e incluso médicos que consideraban «que hay unos seres humanos sobre los que nosotros teníamos potestad», Ferrando mira al presente y al futuro para ver «qué decisiones tomamos de acuerdo con este pasado que conocemos y que nos condiciona «y» hasta qué punto las vergüenzas que sentimos son un límite ante como mirar una memoria histórica «. La dramaturga y directora continúa fiel a su manera de narrar, en la que «se utiliza la fantasía como forma de resistencia» ante una realidad cuadriculada. Con recursos como la música, los lenguajes visuales, el movimiento y el vídeo, añade en este espectáculo intérpretes de diferentes generaciones, voces diversas que dialogan y buscan puntos en común. Y es que Ferrando tiene claro cómo quiere hablar: «Desde donde mi biografía me habilita», rehuyendo actitudes paternalistas hacia las personas colonizadas. «Se pone el foco a ver que son sujetos con una identidad propia, que no tiene ningún sentido tutelarlas», dice.

La experiencia propia

Precisamente para darles voz directa naceP.A.U. (Paisatges als ulls).. Su impulsora, Carolina Llacher, fundadora de la compañía La Fam de la Fera con Martí Costa, creó un espectáculo que pone nombre, rostro y presencia a los protagonistas de las migraciones, que generalmente quedan reducidos a cifras: «Quiero que sean ellos a el escenario, quiero que los miramos a la cara «, explica. Con esta convicción creó un formato en el que tres personas migradas, sin ser intérpretes profesionales, explican los relatos reales de cómo llegaron a Cataluña; la creadora no le importa romper las etiquetas clásicas. «P.A.U. secuestra el teatro «, admite, pero también cree que aprovecha el espacio, que ofrece» la oportunidad que estas personas puedan expresarse de verdad, de corazón a corazón «. Sobre el proceso de dirección, en narra la dificultad: «Tienes que tener mucha psicología, mucha mano izquierda para saberlos acompañar». Además, también ha tenido muy presente darles un espacio de libertad en que se sintieran cómodos. Del resultado, Llacher destaca la conexión que se produce con el público, que en muchas funciones terminan derechos aplaudiendo y llorando.

Quien también habla desde su experiencia real es Aina Tur, que a Una galaxia de luciérnagas parte de un hecho personal traumático: un asalto a mano armada cuando era con un proyecto de cooperación internacional en un país del trópico. El monólogo, que interpreta la actriz Anna Alarcón, pone el foco tanto en el viaje como en sus consecuencias: la aplicación de la justicia y los mecanismos gubernamentales que se activaron dada la nacionalidad europea de cuatro de las personas asaltadas. Por la pandemia, el montaje llega al Maldà un año después de lo previsto, lo que le ha hecho madurar gracias al proceso de edición del texto con Lucho Tapia (Libros de la Vorágine). «Me ha ido muy bien una mirada externa que me cuestionara la manera como se contaban según qué cosas», relata Tur, que admite que pecaba de eurocentrista: «Había algunas frases que transmitían el mismo que se está denunciando a la obra «. Ahora puede decir que la versión definitiva «ha guanado en ritmo y discurso «.

Anna Alarcón protagoniza ‘Una galaxia de luciérnagas’, en Maldà

Escuchar y alzar la voz

Si hablamos de poner el foco en verdades incómodas, debemos tratar las denuncias de abuso y acoso en varios centros de formación en artes escénicas. Torres, Ferrando y Llacher coinciden en haber sido muy removidas por los casos, tanto por su experiencia como alumnos de la IT como en su trabajo como docentes. Ante la pregunta «¿Qué hay que hacer» hay respuestas diversas, pero en sintonía: Llacher habla de autochequeo y pedagogía, mientras que Ferrando reivindica la necesidad de escucharse. Tur hace hincapié en la ruptura del silencio y a pensar quién y cómo hace los protocolos, que deben ser un espacio de cuidados. En este sentido, Torres alerta que mecanizar en exceso las relaciones entre profesorado y alumnado también puede ser contraproducente, y apela al respeto y al sentido común. En cualquier caso, todas ven el empoderamiento del alumnado evidente e imparable. Las revoluciones acaban de comenzar.

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Alba Cuenca Sánchez
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