Cuando la rapera y poeta Kate Tempest se introdujo en el mundo del teatro, todo hacía presagiar que sus textos serían contundentes, como un puñetazo al estómago, y que hablaría de personajes que podemos tener muy cerca. Por eso los tres protagonistas de esta obra -cuatro, si tenemos en cuenta al difunto Toni, del que se nos da la esquela justo al entrar- se emborrachan, fuman porros, van a las discotecas y tienen resacas monumentales. Son personajes que han salido adelante en sus vidas cómo han sabido, o cómo han podido, y que ahora se encuentran atrapados y confundidos. Una historia de pequeñas frustraciones y de desencantos en la juventud actual.
El principal mérito de Wasted es la proximidad y la manera que tiene de explicarnos la historia. Las sillas están puestas formando círculos concéntricos, y los actores actúan entre los espectadores, rompiendo constantemente la cuarta pared y teniendo un contacto muy directo con el público. La iluminación y la música escogida también ayudan a crear este ambiente, a pesar de que la interpretación de Sandra Pujol, Oriol Esquerda y Xavier Teixidó es la que consigue el pequeño milagro. Son tres actuaciones descarnadas, que salen de las entrañas y que se nutren de la energía de un elenco muy joven. Una buena oportunidad, pues, para ver un espectáculo que nos muestra, con total sinceridad, un punto de vista que no vemos a menudo encima de los escenarios.