Hay que reconocer que el TNC, cuando quiere, sabe programar obras que, gusten o no a todo el mundo, tienen todos los elementos (formales y temáticos) para representar el modelo de teatro público que contenta a sus espectadores más fieles. Escrita y dirigida por Pau Miró, Victòria es un relato histórico sobre el estraperlo de los años 50, el miedo, los secretos y la dignidad social mucho más sencillo, en realidad, que lo que pretenden sus ambiciones. La ambientación de la época, tanto en vestuario y escenografía como en pequeños detalles como los libros y cómics que lee el personaje más joven, están perfectamente cuidados y esto da una gran verosimilitud al montaje. Desgraciadamente, al texto le falta pulso narrativo, intriga, ritmo, arrojo de thriller. La historia se detiene demasiado en situaciones costumbristas y cuando, finalmente, avanza, sus enredos melodramáticos acaban por desarrollarse con diálogos explicativos más propios de un culebrón televisivo que de un gran drama como éste. Sus actores están bien aunque tampoco se lucen demasiado debido a la linealidad del arco de la mayoría de las tramas. Por suerte, el espectáculo guarda un as en la manga: el valor de su mensaje final. En este sentido, sus intenciones son tan claras, sus valores tan contundentes y su enseñanza tan firme y decidida que puede conseguir convencer a una gran parte del público por motivos morales e ideológicos, a pesar de todo su recorrido anterior: lento y poco efectivo.
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