Uno de los principales problemas de este musical del grupo Obeses, autodenominado ópera-rock, es que se ha escogido la etapa menos interesante de la vida de Jacint Verdaguer. Quizás sí que es una de las menos conocidas, tanto en el terreno literario como en el personal, pero los conflictos amorosos y las relaciones entre los estudiantes del seminario acaban ofreciendo un argumento de comedia antigua, desgraciadamente poco trascendente. Nada que ver con la vida tormentosa y atormentada del poeta, que aquí sólo se apunta con el personaje de un Verdaguer ya envejecido y desencantado… A pesar de que los motivos de este desencanto, relacionados con sus conflictos con la jerarquía eclesiástica o con el marqués de Comillas, ni siquiera se apuntan. Tampoco se habla de sus viajes, del peregrinaje a Tierra Santa, de los exorcismos, de los contactos con grupos de videntes, del expediente disciplinario por desobediencia, etc. Una vida realmente apasionante que aquí queda reducida a un argumento de comedia rural.
Es cierto que el grupo Obeses tiene la capacidad de hacer canciones y melodías que enganchan, además del sano atrevimiento de versionar piezas míticas de la canción catalana o de poner música a los versos de un poeta poco adaptado. En el caso de Ombres i maduixes el resultado es bastante aparente, a pesar de que quizás en el directo falta una orquestación de más peso y contundencia. Encima, la mayoría de voces -con la excepción de Arnau Tordera y Xuel Díaz– se notaron un poco inseguras en muchas escenas. Si a esto sumamos graves problemas para entender la letra de las canciones, podremos asegurar que la experiencia no ha llegado a buen puerto. Realmente valoro la intención de crear una ópera-rock sobre un personaje como Verdaguer, pero también pienso que incluso esta categoría le viene un poco grande al espectáculo.