Siempre se ha dicho que lo más importante en la obra de Pinter son los silencios o bien lo que no se dice sobre el escenario, pero a Vells temps también resulta muy importante todo lo que no se recuerda… La obra gira todo el tiempo entorno a los laberintos de la memoria y la fragilidad de los recuerdos, así como la influencia que tienen sobre las relaciones personales. En la pieza, un personaje externo aparece de repente en la vida de un matrimonio convencional y la cambia, no con hechos ni con ningún giro argumental, sino con una serie de recuerdos aparentemente inofensivos de unos tiempos ya olvidados por los tres. Sin duda, un argumento muy pinteriano y una puerta hacia el imaginario de este autor que, tal como dijeron muy acertadamente al darle el Premio Nobel, «descubre el precipicio bajo la irrelevancia cotidiana y las fuerzas que entran en confrontación en las habitaciones cerradas».
El montaje de Sergi Belbel es muy respetuoso con el universo de Pinter, y al igual que hizo recientemente con Beckett intenta adaptarse a las leyes de un teatro que hasta ahora no había transitado. Esta humildad le hace salir vencedor, ya que tanto un autor como el otro admiten pocas actualizaciones o variaciones… De hecho, el propio autor decía en una entrevista -a propósito de Vells temps– que «levantar una taza de café en el momento equivocado puede perjudicar los próximos cinco minutos, al igual que beber un sorbo de café, puede arruinar el acto «. Belbel lo sabe, y es por eso que todo está largamente estudiado y medido: el magnífico escenario alargado, los tempos de cada escena, la cadencia de los tres actores, etc. En resumen, una pequeña filigrana que los amantes del teatro deberían ir a ver.