Tú, ¿eres tú mismo o eres la visión que tienen los otros de ti? Esta es la pregunta que se hace el protagonista de Un, ningú i cent mil. A partir de la observación de su mujer, de una pequeña imperfección de su cuerpo, se empieza a preguntar qué más no ha visto en su persona y, sobre todo, si sus conocidos se habían dado cuenta de aquello que había obviado. Cuando constata que es así, su mente empieza a obsesionarse con el hecho de que no se conoce realmente y da inicio a investigar quién es él realmente.
La Perla 29 vuelve a arriesgar con la temática de las obras que representa, haciendo reflexionar al espectador al mismo tiempo que le introduce en la narrativa poco a poco, con sutileza, convirtiéndolo en un personaje más de esta pregunta universal que, por mucho que lo intentemos, no sabremos nunca si la podremos contestar del todo.
La puesta en escena es simple y simbólica, sencilla y austera, pero tremendamente efectiva. Cada pieza, encima o alrededor del escenario, tiene un objetivo y un papel en la historia.
Por su parte, los actores consiguen hacer cómplice al espectador en cada intervención. La rapidez lingüística de Marc Rodríguez es admirable, aunque en alguna ocasión afecta al entendimiento de sus palabras y hace que se pierda algún matiz del texto. Laura Aubert está especialmente sublime en su(s) papel(es). Cada vez que sale a jugar con uno de los personajes se convierte en el único centro de atención, por encima, incluso, del supuesto protagonista.
El lugar, la puesta en escena y los actores son una delicia, como nos tiene acostumbrados esta compañía, pero la realidad es que el texto de Luigi Pirandello es el auténtico protagonista de esta maravilla. La reflexión filosófica i psicológica está tramada con comicidad, drama y emoción a partes iguales, de una manera muy hábil enganchando al público hasta el último suspiro.
Al final queda clara una sola cosa, tenemos que vivir y no intentar conocer cómo es nuestra vida.