Uno, nessuno e centomila fue la última novela escrita por Luigi Pirandello, adaptada ahora al teatro por Ferran Utzet. Si uno tiene en cuenta esta circunstancia entenderá el porqué de la puesta en escena (una primera parte muy estática), el lenguaje utilizado, los recursos para ir haciendo entrar personajes nuevos, etc. De hecho, da la sensación de que Utzet se ha divertido de lo lindo probando todo tipo de estrategias y fórmulas teatrales que le han servido para explicar la crisis de identidad de Vitangelo Moscarda. El texto nos plantea una serie de cuestiones nada inocentes: ¿Quién somos en realidad? ¿Por qué no podemos cambiar tan fácilmente nuestro destino vital? ¿Nos reconoceríamos si nos viéramos desde fuera por un instante? Muchas cuestiones para una obra de tesis que no resulta sencilla, pero que es un auténtico reto.
El principal inconveniente del montaje que se puede ver en La Biblioteca de Cataluña es que se han buscado muchos caminos y no se ha acabado por fijar un eje común y vertebrador. Hay cambios de tono y de ritmo, e incluso algunos pasajes se acaban haciendo un poco pesados, pero no se puede negar que también hay momentos realmente emotivos e inolvidables. En este sentido, la desolación de Vitangelo paseando el perro a ritmo de Raphael es uno de aquellos instantes teatrales que recordaré durante mucho tiempo. Una obra, pues, arriesgada y valiente que se tiene que ver, aunque solo sea por las esforzadas interpretaciones de Laura Aubert y Marc Rodríguez.