No es que sea un gran admirador de la película de Sally Potter, pero sí tengo que admitir que constituyó un buen ejercicio de estilo y un divertimento bastante sofisticado dentro del cine independiente británico. El increíble reparto y su factura en blanco y negro acabaron de hacer el resto, hasta convertir The party en una pequeña pieza de culto. Para mí su gran virtud, vista seis años después del estreno, es el ambiente enrarecido e incómodo que se respira desde el principio, así como el humor sepultado y corrosivo de los personajes. Unas virtudes que, desgraciadamente, no he encontrado en la versión teatral.
Esta adaptación de Sergi Berbel, que también se encarga de la dirección, ha optado por ser bastante fiel a la trama y a las situaciones del film, hasta el punto de que el decorado nos muestra una casa sin paredes para poder disfrutar de varias escenas a la vez. Tenemos, por lo tanto, unos diálogos muy similares y una reproducción casi idéntica de la trama. Ahora bien, el tono y el espíritu de fondo han quedado bastante difuminados. Lo que allí era fina ironía o sarcasmo de primera aquí se transforma, en ocasiones, en crispación y unos cuántos gritos fuera de lugar. Creo que se ha abusado de clichés y cierta sobreactuación, consiguiendo más risas… pero menos credibilidad.
Uno de los reclamos del montaje teatral era coger un reparto igual de estelar que el de la película, pero con nuestros actores y actrices más conocidos. Y así ha sido, a pesar de que creo que algunos roles están cruzados y habrían funcionado mejor en otros intérpretes del mismo reparto. Lluís Soler es quizás el que más encaja en el personaje, pero justo es decir que las miradas y las simpatías se concentran en la April que encara una pletórica y espléndida Àngels Gonyalons, un personaje que en la versión fílmica ya destacaba más que los otros.