The Cibels empieza como una entrevista y acaba con un diálogo entre dos huevos, literalmente. En medio de todo esto, un viaje –a ratos divertido, a ratos psicodélico- de un grupo de música que triunfó en los setenta, cuando actuó en el Madison Square Garden entre los Rolling Stones y Pink Floyd. El éxito inesperado, la difícil adaptación a la música de los ochenta, los orígenes inciertos, el primer fracaso, la retirada forzosa… Todo forma parte de la leyenda de un grupo –inventado, está claro- que triunfó mundialmente pero que nació en Sant Fruitós del Bages.
Esta creación colectiva, con producción de El Maldà, juega con el falso documental y recrea con bastante gracia e imaginación la estética de los setenta y ochenta, con números musicales incluidos. Todo empieza jugando a favor para una velada entre paródica y nostálgica… pero no sé si a causa de las doce manos que han intervenido en la creación del texto, la cosa acaba cogiendo caminos tortuosos. El tramo final se enreda en flashbacks, portales misteriosos y algunas escenas oníricas que nos sacan del camino trazado para descubrir otros nuevos. La última escena entre el par de huevos nos recuerda incluso a la de “Todo a la vez en todas partes”, cuando dos piedras tenían un diálogo filosófico en el desierto. Aquí no se llega tan lejos, pero el espectador acaba con la misma cara de estupefacción.
Marc Domingo y Cris Margu demuestran una buena química en escena, y entre los dos aguantan el espíritu de la obra. Su sintonía, la suma de sus interpretaciones y los resolutivos números musicales que interpretan son suficientes para conseguir un montaje bastante aparente.