Cuando oí hablar de este proyecto pensé que podía ser un capricho o un experimento, como el de aquella actriz rusa que hace unos años interpretaba sola la tragedia de Hamlet con la única ayuda de un guante. De todas formas, el hecho de que fuera Lluís Homar el promotor de la iniciativa me hizo pensar que tal vez estaba equivocado. Homar es uno de los Manelics más recordados del teatro catalán moderno -los otros serían Enric Majó y Julio Manrique- y su conocimiento del texto de Guimerà es amplia y exigente. Por lo tanto, había que esperar un pequeño milagro… que finalmente se ha producido. El actor encarna a Manelic, a Sebastián, a Marta y a Nuri con una sutileza y una meticulosidad exquisitas. En ningún momento echamos de menos nada, porque la brillante adaptación de Pau Miró y el mismo Homar se defiende por sí sola. También ayuda el espacio diseñado para Lluc Castells y la música de Sílvia Pérez Cruz, que dotan al conjunto de un aire turbio y enfermizo.
En definitiva, un espectáculo que hubiera podido resultar poco más que una extravagancia y que, en cambio, ha resultado ser uno de los montajes más peculiares, osados y exitosos de la presente temporada.