Después de adaptar Océano de Alessandro Baricco, el director Ivan Padilla vuelve a atreverse a llevar a escena una novela de un autor contemporáneo. Normalmente, dar una dimensión teatral a una obra narrativa no resulta nada fácil y más si se trata de un material con tan pocos diálogos como Sunset Park de Paul Auster. Cabe destacar, pues, el minucioso trabajo de dramaturgia del espectáculo que consigue alcanzar una entidad propia respetando, sin embargo, la esencia de la fuente original. Inevitablemente, la historia se ve con la necesidad de sostenerse sobre una estructura más propia de un guión cinematográfico, donde chirría sobre todo el uso de la voz en off que se utiliza para explicar el mundo interior del protagonista. Sin embargo, esta decisión se ha compensado con una dinámica dirección que unifica y teatraliza la fragmentación de las tramas. El grupo de actores interpretan con verosimilitud una serie de jóvenes de Nueva York en torno a los 30 años, cultos y preparados, que no acaban de abrirse camino profesionalmente ni son capaces de deshacerse de sus traumas y sus miedos. Probablemente, es esta lucha generacional (interna y externa), el autoconocimiento y la reivinidicació social lo que más ha interesado a Padilla y, por ello, su adaptación ha cuidado todos los matices en este sentido. La escenografía (mayoritariamente de cartón) es idónea y efectiva aunque hemos visto ideas muy similares en varias producciones en los últimos años. Por último, la música, actual y en directo, otorga exactamente el clima urbano y espontáneo que la propuesta requiere, creando la sensación de encontrarnos ante un producto perfectamente redondo; aunque, en realidad, no lo es del todo.
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