Más de 10 años después de su estreno, todavía se puede percibir la fuerte influencia que El método Grönholm ha ejercido sobre un cierto estilo de comedia comercial. A medio camino entre la popular obra de Jordi Galceran y la francesa Toc, toc, encontramos en este montaje de espíritu argentino la repetición de algunas claves del subgénero y, por lo tanto, más eficacia que originalidad. El texto de Matías de Federico consigue hacer reír y explicar una historia de una verosimilitud (como mínimo) flexible a pesar de que, sin ser demasiado estrictos, parece bastante coherente. Es, en realidad, la dirección de Daniel Veronese lo que eleva la propuesta a un nivel superior al que estaba condenada, gracias a su precisión, gusto por los pequeños detalles y acierto en el dominio del espacio, la psicología de los personajes y el ritmo. Si no se nos presentara de manera tan fresca y vertiginosa, quizás notaríamos más que Sota teràpia algunos fragmentos tienen más interés que otros, que la historia sufre ciertos altibajos y que no siempre consigue ser divertida. Por otro lado, el giro final legitima el artefacto haciendo aflorar una dureza y profundidad que, hasta entonces, sólo sospechábamos. El problema es que la ligereza de todo el viaje contrasta demasiado con la crudeza del último tramo y esto, a pesar de sorprender y aportar un valioso mensaje, resulta un cambio de tono algo desproporcionado.
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