El noruego Jon Fosse es una auténtica institución literaria en su país. Novelista, poeta, ensayista, y también dramaturgo. Ha obtenido varias distinciones, es un eterno candidato al Premio Nobel, ha sido traducido a 40 idiomas y su teatro se ha representado por todo el mundo. En Barcelona, sin embargo, su presencia se ha visto relegada a unas pocas piezas: Hivern, vista en La Seca, y I am the wind, la versión inglesa de Sóc el vent que nos trajo Patrice Chereau en el Festival Grec del 2011. Un bagaje quizás un poco corto para poder conectar con un autor que muchos califican como el Beckett del siglo XXI.
Tengo que confesar que a mí me ha costado mucho entrar en esta versión que vemos ahora en el Teatre Akadèmia. La repetición constante de frases cortas, las preguntas sin respuesta, la economía de lenguaje para llegar solo con la palabra clave… Un diálogo que se acerca más a un poema, y que a veces recuerda a un oratorio o a un tipo de réquiem para consolar una ausencia. Bien es verdad que todo resulta frío, distante, pero también tremendamente triste. Primero no sabemos demasiado bien por qué motivo, pero es cierto que la tristeza lo empapa todo de principio a fin.
La dirección de Marc Chornet es cuidadosa en todo el aspecto formal, pero quizás no consigue transportarnos a la desesperación interna e íntima de los personajes, interpretados correctamente -y quizás demasiado formalmente- por Hans Richter i Manel Barceló. La escenografía de Alfonso Ferri y la iluminación de David Bofarull nos transportan a un espacio bello y con aire futurista que quizás no ayuda al conjunto, a pesar de que aporta una estética realmente interesante. Una obra, por lo tanto, con la que quizás no todo el mundo conectará… pero que al menos nos acerca una voz indispensable de la dramaturgia europea contemporánea.