Quizás más conocida como novelista que como dramaturga, gracias al éxito en nuestro país de El color de leche, Nell Leyshon es una escritora inglesa que retrata muy bien la idiosincrasia de la familia inglesa y la vida en el campo, mezclando realismo y una cierta poesía. En esta misma línea, se nos plantea Si mireu el vent d’on ve, una propuesta inquietante, llena de dramatismo y misterio. Lo más destacable del montaje es un espacio escénico impresionante que aprovecha toda la profundidad de la sala y consigue ambientar perfectamente una historia a medio camino entre la lírica visual, la belleza onírica y la oscuridad de una pesadilla. La trama es, en parte, previsible y no demasiado elaborada, a pesar de su calado emocional y la riqueza de sus metáforas. Sin embargo, el verdadero problema es que las interpretaciones han sido conducidas por el director hacia una estridencia, en muchos momentos, innecesaria. Si a esto le sumamos que algún personaje resulta irritante y falto de carisma, el producto queda bastante lejos de ser óptimo. Teniendo en cuenta las posibilidades del espectáculo, se echa de menos la sutileza y efectividad de su envoltorio también en las actuaciones. Afortunadamente, el conjunto es lo bastante sugerente y perturbador como para mantener cautivado el espectador hasta el final, aunque no acabe de conmover del todo.
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