La compañía El Eje vuelve a la carga con esta reflexión sobre las dinámicas de poder que se generan en las relaciones sentimentales. Para ello viajamos a un futuro distópico donde el estado y las multinacionales tienen un control total sobre la privacidad de los individuos, donde la capacidad de satisfacer los deseos ajenos y la productividad son los pilares que marcan el valor de las personas. Al más puro estilo de Blade Runner, Roböta (Servitud) también plantea una reflexión sobre el límite entre lo humano y lo artificial. ¿Qué es lo que nos define como seres humanos y nos diferencia de las máquinas? Las emociones, el amor y su consecuente sufrimiento, he aquí el tema central de la obra.
Cabe destacar el sutil trabajo de dirección de Mar Pawlowsky, quien además también se estrena en el papel de dramaturga. Es admirable la progresión emocional que logra en sus personajes desde el comienzo hasta el final de la obra. Además, los intérpretes hacen un trabajo corporal remarcable que ayuda mucho en esta progresión. Arrancan con unas interpretaciones casi reprimidas, sin humanidad alguna, signo de la sociedad represiva que habitan. El final, sin embargo, está cargado de la energía, pasión y brutalidad tan características de esta compañía. Los personajes se van humanizando conforme avanza la trama hasta llegar a un final propio de una tragedia griega.
La atrevida apuesta estética, a medio camino entre lo clínico y lo étnico, es la guinda final de esta obra que es capaz de mantenerte alerta desde el principio hasta el fin. Una preciosa reflexión sobre la evolución que podría tomar el concepto del amor en una sociedad de tecnocapitalismo desenfrenado.