El honor como justificación de la violencia.

Qüestió d'Honor

Qüestió d’Honor
20/01/2020

Lutz Hübner es un autor alemán muy prolífico y conocido por utilizar un lenguaje y un estilo que lo acerca mucho al público juvenil. Por ello en 1998 le concedieron el Premio de Teatro Juvenil.

No es la primera vez que se representa “Qüestió d’honor” (Ehrensache) en Catalunya. Se pudo  ver en el contexto de las jornadas sobre teatro joven organizadas por el Goethe-Institut de Barcelona, la Fundación Xarxa y la Sala Beckett en 2011. Por esta obra, Hübner recibió en 2010 el premio Günther Rühle.

Lutz Hübner en esta ocasión se refiere a un caso real que sucedió en la ciudad de Hagen en 2004. No es la trama en sí misma lo que más me ha interesado ya que el desenlace está presente desde un principio sino la realidad de cada uno de los personajes por separado que al ponerlos en la misma historia crean un conjunto redondo y una tragedia inevitable.

El agente judicial i psicólogo (Albert Roig), el que tenía que ser el contrapunto objetivo y apartado de la historia, se ve atrapado en sus propias preocupaciones y angustias. El núcleo de la trama, los dos chicos y dos chicas (Pol Forment, Raül Ferré, Candela Antón y  Lidia Casanova)  juegan a la aventura y al riesgo, a una danza pre-erótica, a un canto de apareamiento que no saben dónde les conducirá. Ellos entonan también un canto a la amistad, a la fidelidad, a la sinceridad y también, a la provocación. Son de origen turco en una Alemania que acogió a sus padres y una Turquía que no conocen pero añoran. Todos estos factores mezclados con el machismo, la inadaptación, la cultura heredada e incorporada inconscientemente a su comportamiento, hacen comprender muy bien la situación. El honor, en cuyo nombre se han cometido tantas injusticias y crímenes, es el detonante de un final que podría haber sido distinto, el que trastoca una historia que podría haber sido anodina, vulgar y frecuente en muchos momentos y lugares actuales.

Me ha llamado mucho la atención la excelente preparación física de los dos muchachos, la expresión corporal de Raül Ferré, la danza y movimiento de Pol Forment, la calidez de la palabra de Candela Anton y la vitalidad que se desprende en todo momento de 5 actores/actrices jóvenes que se mueven con una velocidad frenética por un escenario de 360º.

La directora Carla Torres Danés realiza una magnífica adaptación de la obra de Lutz Hübner y, con muy pocos recursos escénicos hace caminar a la obra durante un día y medio. Un coche teledirigido desplaza a los cuatro personajes de una ciudad a otra y un columpio “nos sitúa en un espacio-no espacio y en un tiempo atemporal” según palabras de la directora aunque su entrada repetida en escena, la fijación de los cuatro puntos y su continua retirada llena innecesariamente el espacio y la atención del público. Un cambio de luces dirigido a Ulli o el mismo columpio fijo en un rincón del escenario podría crear un efecto parecido.

El conjunto es impactante, la reflexión que se desprende es inevitable y su visita muy recomendable.

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