Después de un Hamlet ambicioso apoyado sobre el talento de Raimon Molins que, en ciertos aspectos, les vino un poco grande, Projecte Ingenu aborda en esta ocasión la tragedia más comercial de Shakespeare donde, aparentemente, la juventud de los intérpretes parece más adecuada para los personajes y el espíritu de la obra. Bajo la dirección, ahora en solitario, de Marc Chornet, el montaje es una versión ágil, tierna y estilizada del clásico inglés donde el romanticismo, como acostumbra a pasar con este texto, toma bastante protagonismo. Junto al buen trabajo interpretativo de Carlos Cuevas y, en general, de todo el reparto, hay que destacar, en especial, la Julieta de una Clàudia Benito que combina naturalidad con emoción y una construcción de personaje muy acertada. El grupo parece querer hacer una declaración de intenciones sobre la importancia de recuperar de la figura del actor y el ritual de compañía en el proceso de creación, hasta el punto de incluir ciertas técnicas de calentamiento y concentración dentro del espectáculo. Esto es una filosofía de trabajo muy loable a pesar de que, especialmente con actores jóvenes, se corre el riesgo de parecerse estéticamente más a un taller de final de curso de una escuela de arte dramático que a un espectáculo profesional de creación colectiva. En cualquier caso, las dos horas de duración de la propuesta avanzan a buen ritmo, la dramaturgia y el conjunto de interpretaciones y el tono tienen una intencionalidad coherente e incluso las escenas más complejas consiguen una resolución bastante solvente en todos los aspectos.
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