Xavier Albertí dice en el programa de mano que esta obra es un homenaje al teatro y al oficio del actor. Y es cierto que al comienzo, con aquel escenario desnudo, aquel único intérprete iluminado y un texto inquietante y misterioso, es fácil transportarse a la liturgia de un ritual dramático o a aquellas antiguas historias a la luz de la lumbre, que no dejaban de ser una forma primitiva de teatro. Albertí es consciente de la importancia del texto, de su capacidad hipnótica, y es por eso que utiliza algunas de las armas que ya le hemos visto en otros montajes: la inmovilidad escénica o la simplicidad formal.
El cos més bonic que s’haurà trobat mai en aquest lloc es uno de los textos más afortunados de Josep Maria Miró, y esto ya es decir mucho porque de su imaginación han salido El principi d’Arquímedes o Temps salvatge, por citar solo un par de títulos. Aquí el autor se ha planteado varios retos, como el de hablar del deseo, el de elevar un supuesto thriller al terreno de la poesía o del simbolismo, o bien el de intentar empezar una trilogía sobre la destrucción de la belleza (Tríptic de l’epifanía). Y es precisamente a partir de la muerte de un joven de diecisiete años cuando empiezan los pequeños monólogos, las pequeñas voces que rodean al personaje y su asesinato. Es cierto que en ocasiones la historia parece salirse de los márgenes de la lógica, como si algunos personajes de Almodóvar se hubieran perdido por los alrededores de Twin Peaks. Pero tal como decíamos antes, este no es un texto del todo realista sino un texto simbólico, con sus licencias y sus pequeños y controlados excesos.
Y al frente de un texto tan interesante como este, un actor que sin quererlo nos ofrece una lección de matices, de silencios… De teatro, en definitiva. Pere Arquillué hace tiempo que parece no tener límites encima de un escenario. Hace un par o tres de temporadas nos brindaba un trabajo enorme en Jerusalén, bajo la dirección de Julio Manrique, pero aquí no se queda corto. Incluso diría que lo ha superado, ya que ponerse casi desnudo ante el público y hacer aparecer cinco personajes tan diferentes (en sexo, en edad, en carácter) ante nuestros ojos implica un mérito muy importante. Su trabajo con Miró y Albertí quedará como un hito dentro de nuestro teatro, no tengo ningún tipo de duda.