Ernesto Caballero dirige esta adaptación del clásico de Molière sobre la hipocresía y las mentiras, y lo hace con un objetivo claro; demostrar la vigencia de este personaje en la actualidad. El tiempo parece no afectar a este clásico universal que, a pesar de haber sido escrito hace tres siglos, sus temas y personajes resultan tan actuales. Y es que en la era de la posverdad, de las falsas apariencias y las redes sociales, el mundo está lleno de Tartufos. El montaje ofrece una reflexión sobre la figura de Tartufo en la actualidad al mismo tiempo que revive el clásico de Molière trabajando con dos capas narrativas.
Por un lado, tenemos el texto de Molière recitado en verso y aliñado con algunos elementos contemporáneos que alivian el texto original, con un resultado no siempre orgánico. Así, vemos una coreografía al estilo de TikTok, una protesta al estilo de Femen o una criada que habla en jerga actual mientras escucha a Bad Gyal.
Por otro lado, el montaje cuenta con varios paréntesis en la que los intérpretes salen de personaje para reflexionar desde la actualidad sobre el texto que están representando. ¿Quién sería el Tartufo actual? ¿Los políticos, la publicidad, las redes sociales…? Aunque este recurso pueda resultar un tanto sobre explicado para algunos, sirve para apelar directamente al público, hacer la obra más accesible e incluso ayuda a la comedia.
Cabe destacar la interpretación de Pepe Viyula, rey de la comedia que acapara toda la atención de la sala representando a este hipócrita universal. Mediante un maravilloso gesto final cierra la obra recordándonos quién es el verdadero Tartufo de este país.