A medida de ir viendo las diferentes reposiciones a lo largo del tiempo, hay montajes que, más que un espectáculo, se convierten en una especie de tradición, casi un eventual acontecimiento intergeneracional. Es el caso de Pel davant i pel darrere, todo un clásico que, en esta ocasión, vuelve ya por quinta vez a la cartelera de Barcelona. Está claro que, para los amantes del slapstick y del vodevil más (intencionadamente) estereotipado, es una cita ineludible con la que resulta muy gratificante repetir. Su mezcla entre comedia de enredos, gags visuales y metateatralidad conforma un engranaje humorístico muy efectivo que lleva al extremo el recurso de la triple repetición. En este sentido, el segundo acto de la obra continúa siendo de una precisión y una inteligencia escénica brillantes, tan elaborado como ingenioso y, de largo, el mejor fragmento de los tres. Pero, en esta puesta en escena en concreto, nuevamente dirigida por Alexander Herold, hay una sobreactuación y un histrionismo un poco demasiado forzado desde el primer momento, impidiendo de este modo, que la obra vaya creciendo hacia su alocado clímax final. Empieza muy arriba y esto, de entrada, juega un poco a la contra. Por otro lado, hay demasiados detalles falseados (fingir beber whisky de una botella cerrada) o mal ejecutados (bofetadas o patadas a dos palmos de distancia) que ensucian la calidad del conjunto. Afortunadamente, también hay coreografías, acrobacias o caídas por las escaleras que son verdaderamente memorables. Finalmente, quizás había que haber ajustado algo mejor los registros de los intérpretes que, en algunos momentos, parece que pertenecen a comedias diferentes. En cualquier caso, más allá de todo esto, la obra está, en cierta manera, por encima de cualquier versión. Como entretenimiento ligero, generalista y evasivo, atrapa, hace reír y consigue complacer a todo el mundo gracias a su carácter universal. Así que, probablemente, la volveremos a ver programada, otra vez, dentro de unos años. Y yo, repetiré.
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