A partir de un conflicto familiar entre tres hermanos que deben decidir qué hacer con el rebaño de ovejas heredado por sus padres, esta maravillosa e hilarante comedia generacional interpela al público urbanita con fuertes dosis de cinismo y complicidad. El texto funciona como un espejo que te rebota en la cara, logran que te rías de ti mismo durante una hora y media. Incluso llegan a interpelar a sala directamente en un bonito y efectivo recurso. Ya tienen al público en el bolsillo.
Los personajes están tan bien construidos e interpretados, resultan tan cercanos y reconocibles, que podrías estar asistiendo a un encuentro de tu propia familia. Un diálogo perfectamente hilado entre ellos construye este retrato generacional del desencanto, camuflando magistralmente entre un gag y otro, fenómenos tan identificables como la frustración laboral tras haber sobrevivido a varias crisis económicas, los privilegios de género, el pensamiento positivo o el mantra de “si quieres puedes”, la idealización de la vida en el campo, el impulso de empezar de cero o la ruptura con el amor romántico.
Es aquí donde está el gran logro de Ovelles. En saber equilibrar el retrato realista de una generación con su propia caricatura, y en transcender esta capa cómica con temas relevantes e identificables que apelan a su público. Algunos dicen que no hay mayor virtud que la capacidad de reírse de uno mismo, si eso es así Ovelles es una verdadera muestra de virtuosismo que vale la pena vivir.