Cuando de un autor tan sugerente e interesante como Tennessee Williams, del que creemos conocer su obra de principio a fin, aparece material inédito, se produce una excitación casi mágica. En este caso, se trata de One Arm, un relato corto escrito en 1942 que el mismo dramaturgo adaptó para el cine veinticinco años después, a pesar de que los estudios de Hollywood nunca se atrevieron a producir la película. Medio siglo más tarde, Moisés Kaufman, dramaturgo y director venezolano residente en Nueva York, fusionó el relato corto y el guion cinematográfico en una versión teatral que, ahora, ha dirigido Agustí Estadella para los escenarios catalanes con mucha habilidad y gran acierto.
Con un reparto amplio y variado para tratarse de una producción pequeña, el espectáculo resuelve con agilidad y buen ritmo la estructura episódica del texto con ideas prácticas y una cierta originalidad. Pero, ciertamente, lo más destacable de la propuesta es su capacidad de encontrar el difícil equilibrio que necesita el atrevimiento de Williams. Sin caer en la provocación ni en el puritanismo, ofrece una visión cercana y emotiva de la triste historia de este boxeador caído en desgracia. Quizás habría que rodar más el montaje para acabar de conseguir que las interpretaciones tengan más homogeneidad y sean del todo creíbles ya que, en algunos momentos, hay reacciones y giros emocionales todavía un poco forzados. Aun así, resulta una agradable sorprendida descubrir una propuesta con un contenido revulsivo, incluso para el público generalista actual. One Arm no tiene miedo de mirar a los ojos de los personajes y exponer sus miserias con ternura pero sin concesiones lacrimógenas. Esto es algo que, en el panorama actual, se agradece… ¡y mucho!