Ante todo hay que saber con lo que nos encontraremos: una locutora encerrada en una cabina, un inmenso plató y una gran pantalla elevada donde se proyecta la película que se está haciendo allí mismo, en directo, a la vista del público. Esta es la premisa más importante, y casi única, de Ombra (Parla Euridice). Durante una hora y cuarto asistimos a un rodaje, a pesar de que el proceso de la filmación no se dramatiza en ningún momento. Quizás por eso cuesta tanto de entrar en el montaje, a pesar de que los que lo consiguen quedan absolutamente maravillados. Supongo que es por la cuestión técnica, francamente insuperable y muy imaginativa.
Pero a parte de la virguería y el alud de recursos, el espectáculo acaba resultando excesivamente frío y calculado. Duele observar todas las posibilidades encima del escenario para acabar viendo al final una película, puesto que muchas de las escenas que se graban in situ prácticamente ni se ven desde el patio de butacas. Los subtítulos que traducen del alemán al catalán también acaban suponiendo un problema, puesto que son invisibles para la mitad de la platea. Del resto, destacar el carácter feminista del montaje, con esta vuelta al mito de Euridice, y la interpretación casi acrobática de los actores que participan. Un proyecto, pues, que ha sido recibido como un gran éxito… pero que a mí me ha dejado indiferente.