Una tarima minúscula en medio de un escenario vacío. Esto es todo con lo que cuenta Sergi López a la hora de subir a escena, y lo cierto es que una vez acabado el espectáculo te das cuenta que no le hace falta nada más. El actor lleva 12 años defendiendo este monólogo escrito a cuatro manos con Jorge Picó, pero esto no resta méritos a una actuación superlativa que exige dar el máximo a cada nueva función. La energía y la técnica de López -no se tiene que olvidar que tanto él como Picó estudiaron en la École Jacques Lecoq de Paris- son fundamentales en este espectáculo y lo impregnan todo de arriba abajo, a pesar de que no sería justo olvidarse de la magnífica idea que hay detrás y del magnífico texto, ganador en su momento del premio Max.
Cuando empieza Non Solum, el espectador se desconcierta. No sabe si está ante una obra de esqueches o de un monólogo donde el actor explicará unas cuántas anécdotas, servidas con cuatro chistes. Pero enseguida se empieza a construir una extraña historia al estilo de Pere Calders, donde una serie de personajes van llenando el escenario. Todos son iguales, pero todos reivindican su diferencia. Todos se asemejan al actor, pero hay uno de negro y uno que dice que es una mujer. Los hay que son fans del allioli y otros que trabajan en el catastro, en una orquesta de Fiestas Mayores o haciendo de fontaneros. En definitiva, un gentío que permite hablar de todo, desde la política hasta el sexo (los dos momentos más hilarantes) pasando por la muerte o el debate existencialista. ¿Qué hacemos aquí? ¿Por qué estamos? ¿Qué es lo que nos mantiene unidos, y a la vez en constante confrontación? Preguntas difíciles de responder, pero que con el acompañamiento de Sergi López hacen pasar un rato más que divertido.