A pesar de que por su título podría parecer una comedia ligera, No feu bromes amb l’amor es, en realidad, una tragedia que disfraza su triste historia con líos, sátira y pasajes paródicos. El autor, Alfred de Musset, representante francés del romanticismo, escribió la obra con sólo veintitrés años, transmitiéndole al texto toda la pasión y el drama de los amores de juventud. En este sentido, la propuesta es bastante interesante y muy representativa de una manera de ver las relaciones humanas muy propia de la Europa del siglo XIX. Desgraciadamente, tanto el argumento como las diferentes tramas, los personajes e, incluso, las bromas recuerdan otras piezas donde, con los mismos elementos, el resultado ha sido más eficaz. Por otro lado, los actores hacen un buen trabajo, a pesar de mezclar tonos muy diferentes y una cierta frialdad generalizada. La directora Natalia Menéndez, no sabemos si consciente o no de estos problemas, ha querido adornar el montaje con acrobacias y otros ornamentos escénicos que no acaban de funcionar. Si en vez de dedicarse a diseñar coreografías físicas, en algunos casos, vacías de significado, se hubiera profundizado más en la psicología de los personajes, quizás el producto final sería más poderoso. Sin embargo, el espectáculo es ágil y consigue crear una atmósfera de misterio muy sugerente.
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