El comienzo de Nessun Dorma es realmente prometedor. Una mujer de una época pasada –quizás los cincuenta o los sesenta- llega a una clínica de gente con posibles y empieza a dar sangre… a cambio de llenar la cesta de la compra. Pronto saltaremos de época y conoceremos a su hija y a su nieta. Enseguida veremos que se nos habla de mujeres luchadoras, de injusticia social o de lucha de clases. Unos temas que Eu Manzanares, la autora, ya había abordado de alguna manera u otra en Lo nuestro, una comedia que ya destacó ahora hace un par de temporadas.
Pero en Nessun Dorma hay algo que, de repente, lo cambia todo. No sé si se ha querido sofisticar una trama que no lo necesitaba, si se ha intentado alardear de unos recursos narrativos que no hacían falta, o si se ha querido explicar demasiadas cosas. Quizás no es ninguno de estos motivos, pero sí es cierto que a media obra empieza una trama metateatral que despista. De golpe se habla de las dudas y los problemas de la autora para sacar adelante una obra de teatro, dejando en un segundo término toda la historia de la abuela y de la madre, a la que realmente estábamos muy enganchados. A lfinal todo enlaza de alguna manera y entendemos el sentido de todo, pero la sensación es que hemos perdido minutos para poder disfrutar más de aquellas mujeres silenciadas, y en lucha constante.
Las interpretaciones de Anna Barrachina (la madre) y Queralt Casasayas (la abuela) son lo mejor de la función, con una cantidad de recursos que las hacen pasar por toda una larga lista de emociones y sentimientos diversos. Las secundan con gran eficacia Tai Fati, Júlia Truyol y Pep Ferrer. Un nivel artístico muy alto para una obra que, a momentos, nos hace conectar totalmente, y que en otros nos descoloca. Aun así, os recomiendo ver la obra y seguir la carrera de una autora tan interesante, y con tantas historias por explicar, como Eu Manzanares.