Guillem Clua es uno de los autores más reconocidos de la dramaturgia catalana más reciente, uno de estos de los que precisamente no quiere hablar el personaje central de la obra que nos ocupa. Clua es un autor que se mueve bien en el drama (La pell en flames, Marburg, Justícia, L’oreneta) pero que también ha tocado la comedia con las dos partes de Smiley o con esta Mort d’un comediant, que flirtea con diferentes tonos pero que no deja de lado la ironía e incluso el sarcasmo. Se trata de un texto brillante, sobre todo en la primera parte, cuando a través de un juego muy teatral asistimos a una especie de Pigmalión donde un veterano actor enseña el amor por el teatro a un joven que no ha visto nunca ninguna representación. El amor por el teatro está en cada réplica, en cada fragmento clásico escogido, en cada una de las intervenciones de este personaje que vive en un mundo de pura ficción. Puedo asegurar que me hubiera quedado a vivir mucho rato más en aquel apartamento, porque todos tenemos un momento vital en que nos enamoramos del arte dramático y descubrimos textos, autores, lenguajes diferentes, pasiones y sentimientos que ni conocíamos…
La parte final de la obra abandona el juego –entiendo que en algún momento tenía que pasar- y se adentra en una parte más melodramática y quizás menos verosímil. Las continuas referencias a Muerte de un viajante, de Arthur Miller, y las vueltas argumentales que llevan a todo ello quizás no son lo más exitoso de la función, pero son suficientes para regalarnos una buena sesión de teatro y, sobre todo, unas interpretaciones de primera. No podemos decir mucho más de lo que ya hemos escrito siempre sobre la excelencia interpretativa de Jordi Bosch, aquí absolutamente entregado a la causa y totalmente brillante en cada intervención. También es de aplaudir la química que consigue con Francesc Marginet, que no tan solo aguanta el tipo ante un personaje avasallador sino que también muestra una gran variedad de recursos. Les acompaña Mercè Pons, otra actriz capaz de darnos siempre una pequeña lección de teatro con cada papel.
Estamos ante una pieza que nos devuelve de una forma muy clara el momento en que el teatro entró en nuestras vidas, y conseguir esto ya es un mérito bastante importante. Dejaos llevar por Esquilo, por Shakespeare, por Calderón, por Rostand, por Pirandello… y también por Clua. No os arrepentireis.