Woody Allen estrenó Maridos y mujeres en 1992, convirtiéndose en la última película que rodaba con Mia Farrow, su, hasta entonces, musa y mujer en la vida real. La pareja se rompió (escándalo incluido) poco antes de concluir el rodaje, cuando Farrow descubrió que su marido había iniciado una relación con su hija adoptiva. El productor tardó cuatro días al convencer a la actriz (que no quería volver a ver nunca más a Woody) que regresara a la filmación a finalizar las pocas secuencias que le faltaban para acabar la cinta. Finalmente, así lo hizo, demostrando una profesionalidad extrema y permitiéndonos a nosotros, espectadores, beneficiarnos de una de las comedias más amargas, sinceras y oscuras sobre las relaciones matrimoniales.
La versión teatral de Àlex Rigola es una adaptación ejemplar, puesto que el guion es estructuralmente muy cinematográfico, lleno de pequeñas escenas inacabadas, diálogos fragmentados y un tono documental impropio de las artes escénicas. Sin embargo, el director de la reciente El policia de las rates consigue que olvidemos el origen del texto, unificándolo al máximo, dotándolo de un gran dinamismo, convirtiendo en monólogos las voces en off y, en definitiva, construyendo un espectáculo sólido partiendo de un material complejo.
Por su parte, los actores hacen un fantástico trabajo interpretativo. El reparto escogido por Rigola huye de la obviedad y trata de crear su propio universo, respetando en todo momento el espíritu del original pero sin imitarlo ni renunciar a la personalidad propia. En este sentido, la composición de los personajes interpretados por Andreu Benito y Lluís Villanueva brillan especialmente, mientras que el resto transitan por registros más genéricos. La obra resulta, pues, un entretenimiento lleno de profundidad; un manual de sabiduría sobre la naturaleza del amor en la edad madura al que sólo se le puede reprochar que, durante su traslación al teatro, ha perdido parte de su desconsuelo y algunos pequeños detalles imposibles de reproducir. Por lo demás, el experimento ha valido mucho la pena.