Aficionado a la heroicidad histórica inmersa en un contexto social, Schiller es uno de los autores más representativos del romanticismo alemán. De la mano de este autor, Sergi Belbel continúa la tendencia que, últimamente, lo ha llevado a experimentar con grandes nombres de la dramaturgia universal como Pinter, Beckett o Racine y que, de momento, le está dando bastante buenos resultados. Este montaje de Maria Estuard, una de las tragedias más populares de este escritor, destaca por el buen aprovechamiento de la fuerza de los personajes y sus conflictos y la intensa progresión dramática tan bien trasladada a la escena, en este caso. El espectáculo es un choque de reinas con una potencia interpretativa muy interesante que no sólo responde a sus protagonistas, sino también a los intérpretes secundarios. Una vez más, Belbel sabe crear una atmósfera sugerente y un exquisito espacio sonoro combinado con unos golpes de efecto muy estimulantes. Sin embargo, la propuesta, en algunos momentos, muestra cierta frialdad técnica que no le juega a favor; del mismo modo que los pasajes donde se abusa de las frases gritadas le hacen perder eficacia. Afortunadamente, el conjunto es bastante contundente y la sola presencia de Sílvia Bel y Míriam Alemany llena la escena, cuya disposición sabe transmitir elegancia y claustrofobia a partes iguales.
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